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martes, 2 de julio de 2013

LA POLÍTICA GRIEGA SEGÚN SÓCRATES, PLATÓN Y ARISTÓTELES

“Animal político”. Así describía Aristóteles al hombre en el siglo IV a.C. En líneas generales decía que este carácter político era el que diferenciaba a los hombres de los animales. El ser humano era capaz de crear sociedades y organizar la vida sociopolítica en las ciudades. Cuando Aristóteles definía al hombre como “zoon politikón”, hacía referencia a su dimensión social y política. El hombre y el animal por naturaleza son sociales, pero solo el hombre es político, siempre que viva en comunidad. Por tanto, la dimensión social ayuda a constituir la base de la educación y la dimensión política contribuye a la extensión de esa educación. La palabra idiota proviene del griego ιδιωτης (idiotes) para referirse a aquel que no se ocupaba de los asuntos públicos, sino sólo de sus intereses privados. La raíz "idio" significa "propio" utilizado para referirse a quien no se metía en política, preocupado tan sólo en lo suyo, incapaz de ofrecer nada a los demás. Ser un idiota por tanto es no participar de esa construcción.

La antigua Grecia ha sido la cuna de la civilización occidental: su pensamiento, su filosofía, su política ha sido clave para que tengamos unas primeras demostraciones de los distintos sistemas políticos existentes (entre ellos, la democracia).

Los griegos fueron los primeros en definir el poder (la capacidad o la influencia sobre terceros sujetos) y la legitimidad ( la capacidad de ejercer dicho poder; bien sea por forma militar, divina o popular). Estas son las bases que permitieron convertir a la política en una ciencia y en un arte que, actualmente, se haya desprestigiada hasta su mínimo exponente.

La política es definida como "el arte de organización de la ciudad". Aristóteles se preocupó tanto por la naturaleza del ser humano como por sus relaciones sociopolíticas, creía que el individuo sólo se puede realizar plenamente en sociedad, que posee la necesidad de vivir con otras personas. También expresó que aquellos que son incapaces de vivir en sociedad o que no la necesitan por su propia naturaleza, es porque son bestias o dioses.Los griegos se organizaban en ciudades (polis) en tres grupos:
  • Los ciudadanos: los hombres libres, que tenían privilegios desde su nacimiento y que podían participar en la vida social y política.
  • Los metecos: los extranjeros. eran hombres libres que no tenían voz ni voto en las decisiones políticas de la polis.
  • Los esclavos: Los esclavos hacían todos los trabajos del hogar, desde machacar el trigo en molinos de mano o golpeando el grano con pilones hasta obtener la  harina y hacer el pan, y también tenían  que hilar la lana y tejer las telas para las vestimentas de sus dueños. Si había solo 7 esclavos, la casa era consideraba poco acomodada, porque en los palacios de los ricos los esclavos pasaban del centenar.  También, trabajaban como obreros en labores de herrería, en canteras y en canterías, en las minas como mineros y en los campos como obreros agrícolas. El dueño solo estaba obligado a darles de comer y proporcionarles algún sitio para dormir. En Atenas, incluso, habían esclavos marineros o esclavos dependientes de tiendas de comercio. Los esclavos debían vestir trajes de telas burdas, no podían concurrir a los baños públicos ni a los gimnasios: pertenecían por completo a sus dueños. Según decía Aristóteles: “El esclavo es un instrumento animado.” La ley de Atenas solo prohibía al dueño darles muerte, pero no prohibía que fueran sometidos a tormentos. Por eso, en un juicio entre atenienses, cada parte tenía el derecho de requerir a la contrario la entrega de sus esclavos y, sometidos a tormentos, obligarles a decir lo que sabían. Muchos atenienses aseguraban que, el tormento, era el medio más seguro de prueba.

La Oratoria griega. La democracia ateniense

En Atenas, al igual que en todas las ciudades griegas, los ciudadanos se reunían en la Asamblea de Pueblo, es decir, todos los ciudadanos participaban en los los asuntos públicos. Se reunían en la Asamblea para deliberar y votar.

La Asamblea se convocaba, al menos, tres veces cada mes, al aire libre. Ése día, al amanecer, desplegaban un estandarte y los ciudadanos a medida que llegaban tomaban asiento en las gradas. Enfrente, en una plataforma de piedra, estaban los magistrados que iban a presidir la Asamblea.

Empezaba la sesión con una ceremonia, religiosa. Log sacerdotes paseaban unos cerditos alrededor de la Asamblea, los degollaban, recogían la sangre y con ella regaban el suelo. Luego se quemaba incienso. Un heraldo recitaba una oración pidiendo a los dioses que se mostrasen propicios, y una maldición contra cualquiera que intentase engañar al pueblo.

Entonces el presidente, en nombre del Consejo de los Quinientos, exponía las cuestiones que se iban a discutir, porque la Asamblea no debía deliberar sino acerca de asuntos anunciados de antemano y ya examinados por el Consejo. Luego leía la proposición redactada por éste y preguntaba a la Asamblea si quería discutirla. Los asistentes respondían alzando las manos.

Empezaba la deliberación.

El heraldo decía en alta voz: ¿Quién quiere tomar la palabra?".

Todos los ciudadanos tenían derecho a usar de la palabra y, cuando varios la pedían a, un tiempo, era preferido el de más edad. El orador subía a la tribuna, plataforma ancha en la que se podía hablar andando. Se colocaba en la cabeza una corona de mirto, indicando que desempeñaba una función religiosa, por lo cual estaba prohibido interrumpirle. La Asamblea escuchaba en silencio. Una vez que todos los oradores habían hablado, el presidente preguntaba a la Asamblea si aceptaba o rechazaba la proposición y los ciudadanos respondían alzando las manos. Lo mismo se hacía con las demás cuestiones que en ese día habían de resolverse.

Una vez terminada la votación, el heraldo pronunciaba una fórmula religiosa y la Asamblea se disolvía. Las proposiciones aceptadas por la Asamblea se consignaban en forma de decretos. Al frente se ponía el nombre del presidente, del secretario y del ciudadano que había presentado la proposición. De esta suerte el pueblo sabía quién le había inducido a tomar una medida. El ciudadano que había presentado una proposición seguía siendo responsable de sus consecuencias.

Cualquiera podía, intentar contra él un proceso y, si el tribunal juzgaba lo propuesto contrario a las leyes, era condenado a multa y podía ser privado, de los derechos de ciudadanos, en lo sucesivo Juzgaban también las causas de los ciudadanos, la Asamblea de justicia, llamada Heliea, mucho menos numerosa que la de gobierno. Todos los años, sus miembros, se nombraban por sorteo. Eran unos 6.000 en total, pero no todos se reunían a la vez, ya que estaban divididos en secciones de 500 miembros cada una. Por la mañana, los miembros se reunían en la plaza pública. Se sorteaba para saber en qué local celebraría audiencia cada sección aquel día y qué clase de causa había de juzgar.

Un magistrado presidía el tribunal, constituido de ordinario por quinientos ciudadanos, a veces por mil, a veces hasta por mil quinientos o dos mil.

Los dos litigantes se presentaban en persona, porque ellos mismos debían defenderse. Hablaban por turno un tiempo determinado. En la sala había un reloj de agua. El litigante tenía derecho a hablar todo el tiempo que caía el agua, pero no más. Cuando habían terminado sus alegatos, los jueces, sin deliberar entre ellos, votaban depositando en una urna piedrecitas blancas o negras, es decir, a favor o en contra. Hubo famosos oradores en la Asamblea. El más caso más notable fue el de Demóstenes, cuya primera actuación fue abucheada, porque era tartamudo.

La leyenda dice que corrigió este defecto, caminando por las playas hablando con la boca llena de piedrecitas, pero la verdad es que lo hizo en un sótano y se rapó el cabello para no salir a la calle; ahí estuvo encerrado hasta que le creció de nuevo el cabello, que fue el tiempo que se tomó para corregir su defecto. Su regreso a la Asamblea fue un éxito y nos ha dejado la expresión filípicas por sus discursos de crítica a Filipo III, de Macedonia. Demóstenes, además, dejó una serie formas -utilización de las manos, gestos de la cara, acentuaciones de la voz - que él implantó en su forma de hablar al público con el objeto de dar más fuerza y convicción a las ideas que exponía en sus discursos.

En un país en que todos los asuntos de gobierno y de todas las causas se resolvían después de haber oído discursos, los que sabían hablar podían pedir mucho. Unos pronunciaban discursos en la Asamblea para persuadir al pueblo de que adoptasen resoluciones que aconsejaban con respecto al gobierno interior, la guerra o la paz. Por eso, los oradores fueron en Atenas personas influyentes. Eran hombres de  cómo Pericles, Cleón y, más tarde, Demóstenes. Juzgaban también las causas jurídicas de los ciudadanos, pero la Asamblea de justicia, llamada heliea, era mucho menos numerosa que la de gobierno.

Todos los años se   por sorteo los miembros de ella. Eran probablemente 6.000 en total, pero no todos se reunían a la vez, ya que estaban divididos en secciones de 500 miembros cada una. Por la mañana, los miembros se reunían en la plaza pública.

Se sorteaba para saber en qué local celebraría audiencia cada sec­ción a qué día y a qué clase de causas habían de juzgar.

Un magistrado presidía el tribunal, constituido de ordinario por quinientos ciudadanos, a veces por mil y, en ocasiones especiales, la cifra podía elevarse   mil quinientos o dos mil.

Los dos litigantes se presentaban en persona, porque ellos mismos debían defenderse. Hablaban por turno un tiempo determinado. En la sala había un reloj de agua. El litigante tenía derecho a hablar todo el tiempo que caía el agua, pero no más.

Cuando habían terminado los discursos, los jueces, sin delibe­rar   ellos, votaban depositando en una urna piedrecitas blan­cas o negras.

Los más antiguos hablaban con sencillez, sin gritar ni gesticular. Pero, a partir de Cleón, la mayor parte de los oradores tomaron la costumbre de hablar con viveza, paseándose por la tribuna y moviéndose mucho.

Se sabe que Demóstenes, el más famoso orador de la Asamblea , tuvo un comienzo muy pobre, porque era tartamudo y este defecto quitaba mucha fuerza a las ideas que exponía. Entonces, construyó un subterráneo en el jardín de su casa y se rapó la cabellera, en un tiempo en que la cabellera y la barba eran signos de distinción, de modo que no podía salir a la calle con esa presencia. Para mejorar su discurso, se echaba a la boca piedrecillas de la playa para obligarse a pronunciar con claridad; además utilizó sus manos y sus brazos para dar mayor fuerza a los parlamentos; por último, hizo un arte en dar el volumen a su voz cuando lo requería su discurso. De vuelta a la Asamblea , desde el primer momento conquistó a sus escuchas.

En años posteriores, porque la ley no permitía que los litigantes presentaran a un abogado que hablará por él, éste debía hacer su propia defensa. Pero nada impedía que encargase de hacer el discurso a otra persona. A partir de fines del siglo V a.C., hubo oradores que hicieron de esta modalidad un oficio y el redactar discursos para los particulares que se los   a buen precio, era la forma de financiar sus vidas. El litigante se aprendía estos discursos de me­moria y lo recitaba ante los jueces. De estos fabricantes de discursos, dos sobre todo fueron célebres, Iseo y Lisias. No eran ciudadanos de Atenas ni tenían el derecho de hablar ante el tribunal ni ante la Asamblea.

Pericles y Cleón, los oradores griegos más antiguos, no escribían sus discursos, y de su elocuencia no tenemos sino lo que nos dice la fa­ma. Solamente a partir de fines del siglo V a.C. los oradores atenienses empezaron a escribir sus discursos, unas veces en el momento de componerlos, otras después de haberlos pronunciado.

Se han conservado oraciones de diez de estos oradores, que to­dos vivieron en Atenas desde fines del siglo V hasta igual período del IV a.C. Se les llama los diez oradores áticos. Atenas fue en dicho período la ciudad de la elocuencia.

Paso del “mito” al “logos”

Es habitual explicar el surgimiento de la filosofía aludiendo a que con él tuvo lugar, en el mundo griego, un “paso del mito al Lógos”.

Con el fin entender mínimamente al menos qué significó el llamado “paso del mito al Lógos” (que es un modo de entender el denominado “milagro griego” –o sean cómo surgió el mundo que consideramos “clásico”). Si lo que se dice en el libro no te resulta claro puedes leer lo que se expone en el primer bloque del escrito al que accedes desde el siguiente enlace:  http://www.lacavernadeplaton.com/histofilobis/histofiloalepri1112.htm 

Si se lee el conjunto de este artículo puedes encontrar ayuda para abordar el estudio de bastantes temas del programa (unos de filosofía antigua y otros de filosofía medieval).

Pitágoras y el pitagorismo

Cuando los pitagóricos decían, como médula de su metafísica, que todos los objetos estaban compuestos de números, que «los números son la esencia del universo», o que el número es el arjé, el principio elemental –como para otros filósofos presocráticos era el agua, el aire, la tierra, el fuego– lo entenderían en sentido literal, porque los números eran para ellos como los átomos para Demócrito, pero átomos con magnitud y extensión.

Para Pitágoras los números eran símbolos jeroglíficos mediante los cuales explicaba las ideas relacionadas con la naturaleza de las cosas. La teoría propuesta por Parménides es presentada como un verdad revelada, una verdad de origen divino: garantía de calidad diría Parménides. Considera Parménides que todo está compuesto por dos elementos, lo caliente y lo frío, y de esta mezcla, presente en los miembros de los hombres, depende la inteligencia de estos. De hecho, la naturaleza de cada miembro u órgano, lo que en estos es preponderante, es lo que percibe.

Sobre “physis” y “arché”

El término griego 'physis' significa, principalmente, el todo, la totalidad, el conjunto de todo lo que hay o de todo lo que es, y, a la vez, lo que llamamos 'la naturaleza' (diríamos, los procesos naturales de la biosfera de la tierra, con sus cambios y sus regularidades; por eso nuestra palabra 'física' proviene de este término). El 'arché' (o arjé, no importa cómo se transcriba) es eso a partir de lo cual se pretende entender y explicar la 'physis' y, en general, significa dos cosas (a veces distintas, a veces combinadas): alude o al 'origen' (eso de lo que algo proviene) o al 'principio' (eso -sea estático o dinámico- sobre lo que la naturaleza se 'sostiene' y que explica sus cambios, sus movimientos, sus transformaciones, es, pues, la ley del orden; por cierto, de este término proceden palabras nuestras como 'arqueología' o 'monarquía' o 'anarquía', etc.).

Atomismo: determinismo e indeterminismo

El primer atomismo (Leucipo; Demócrito) es rígidamente determinista; es decir: los átomos se mueven en el vacío y unos son la causa del movimiento de otros por choque. El orden de la naturaleza, pues, es una férrea cadena de causas y efectos. Llamar a esto 'mecanicismo' es algo exagerado, pues la física propiamente mecanicista es la física moderna desde Copérnico hasta Newton pasando por Kepler, Galileo y Descartes (estos autores comparan la naturaleza con un 'reloj', es decir, con una "máquina"). Lo más exacto es decir que el primer atomismo es 'determinista' (y excluye las causas finales, la teleología, tan importante en Platón y en Aristóteles).

El atomismo posterior, en la escuela epicúrea y en Lucrecio, admite, en cambio, la indeterminación (con del concepto de 'clinamen', cuyo significado es ‘desvío’). Algunos autores creen, incluso, que es un precedente de la física del siglo XX (que ha rebatido el rígido determinismo de la física de Newton).

Trayectoria de conjunto de la filosofía griega

Cabe resumir así la trayectoria de conjunto de la filosofía griega:
  • En la primera etapa de la filosofía griega se estudió preferentemente la Physis según su arché (y la Pólis era considerada una parte suya); este periodo abarca desde Tales de Mileto hasta Leucipo y Demócrito.
  • En la segunda etapa de la filosofía griega -ya con Sócrates, la sofística y Platón- cobra primacía la Pólis (centrada en el ágora y el nómos) sobre la Physis (aunque en el último filósofo de la Grecia clásica, Aristóteles, hay un peculiar equilibrio entre la Physis y la Pólis). Así tanto Sócrates como la sofística dirigen sus preguntas hacia una serie de problemas éticos y políticos, lo que implica situar en el centro el lenguaje y la comunicación; y es aquí donde se contrapone la posición “doxológica” de la sofística y la posición “epistémica” primero de Sócrates y, después, de su discípulo Platón (en una posición “epistémica” se supone que es posible proporcionar respecto a los asuntos éticos y políticos definiciones esenciales -eternas, universales, necesarias- que pueden ser comprobados con la misma certidumbre con la que se realiza una demostración matemática).
  • Por otra parte, si en la primera etapa los distintos filósofos proporcionaban diferentes respuestas a la misma pregunta (¿cuál es, respecto a la Physis, su arché?) en la segunda etapa también se pregunta por el peculiar y específico “arché” de la Pólis: el “nómos” (es decir, la Ley, una ley que surge en el ágora, la esfera pública de la Ciudad, la asamblea ciudadana).

En la filosofía helenística se siguió preguntando por el arché de la Physis (por ejemplo, en las escuelas epicúrea y estoica), pero el centro de la problemática filosófica estaba en una ética de la felicidad (una ética que, sin embargo, ya no remitía a la política, pues lo característico de este periodo es que la política democrática que fue el corazón de la Grecia clásica ya había desaparecido).

Los Filósofos Presocráticos

A comienzos del siglo VI a. C. se produjo una auténtica revolución intelectual en las colonias griegas de Asia Menor, donde las tradicionales explicaciones del mundo basadas en los mitos dejaron paso a formas de pensamiento fundamentadas en la razón

  • La observación de la naturaleza y la búsqueda de su fundamento o sustento último fue el primer motivo de la reflexión filosófica. Esta filosofía física o de la naturaleza surgió en la ciudad de Mileto, en Jonia, y entre sus representantes destacan:
  • Tales de Mileto, para quien el origen o principio de todo (arjé) estaba en el agua. Viajó a Egipto y realizó diversos descubrimientos astronómicos y geométricos.
  • Anaximandro de Mileto (610-547 a. C.), que encontró el «principio y elemento de las cosas existentes»: el apeiron, algo indeterminado, impreciso, que sólo se determina cuando se concreta en las múltiples apariencias del mundo. ( lo ilimitado)
  • Anaxímenes (h. 588-524 a. C.), vivió también en Mileto y vio en el aire el fundamento de las cosas. Estudioso de los astros y la naturaleza, entendió que las formas más o menos densas de ese aire o vapor que configura el cosmos son la causa de los distintos fenómenos de la realidad.
  • Jenófanes, Lo divino en Jenófanes es un ser consciente, todo él es percepción. Dios “es todo mente y sabiduría, y eterno”
  • Heráclito:  El logos, según Heráclito, es la unidad que permanece viva mientras se produce la lucha entre los contrarios: es la ley que establece dicho cambio como principio de orden en el Universo. El cambio es lo normal, es el orden, el logos es lo que explica la necesidad de ese cambio. Todo está en movimiento, todo cambia de una forma constante, lo que es en este momento nunca más lo volverá a ser y lo que fue en su momento, nunca más lo será. Existen los contrarios de los que surge la realidad: lo frío se calienta y lo caliente se enfría. Así, explica el movimiento en el Universo. También repetía que polemos pater panton (“la discordia es el padre de todas las cosas”). Se trata de la Teoría de la Pluralidad, justamente contraria a la unidad. Pues “todo es, en realidad, como el fuego, que se enciende y se apaga, y así se transforma”.
La unidad del universo y el ser

Siguiendo la búsqueda de ese fundamento común del universo, Jenófanes de Colofón, nacido hacia el año 570 a. C., afirmó por vez primera la unidad de todas las cosas y señaló como principios la tierra y el agua. Fundador de la escuela de Elea (en el sur de Italia), fue un crítico de la sociedad y la religión, y su relativización de las creencias constituyó un importante paso en el avance del pensamiento racional.
Parménides, nacido hacia el 540 a. C. en Elea, se aparta del espíritu de observación de los filósofos de Mileto y busca en el orden ideal la permanencia del ser. De este modo, al rechazar las apariencias captadas por los sentidos y afirmar el carácter completo, inmóvil e infinito del ser como única realidad, identificada con el pensamiento, Parménides inicia la corriente metafísica de la filosofía.
Frente a esta idea de la permanencia del ser, surge el pensamiento de Heráclito, nacido en la segunda mitad del siglo VI a. C. en Éfeso, al norte de Mileto. Para él el universo no tiene permanencia, sino que se halla en un constante proceso de transformación o flujo. Heráclito vio en el logos (término griego que significa ¿palabra, pensamiento o razón¿), el elemento común que une a los hombres entre sí y con la naturaleza.

El atomismo

Muy interesante como anticipación de la física moderna es la teoría de los átomos fundada por Leucipo, nacido la segunda mitad del siglo VI a. C. en Mileto o en Elea. Afirmó que la realidad física está compuesta de átomos, partículas indivisibles, diminutas e infinitas que se mueven constantemente en el vacío.

Demócrito, nacido en Abdera hacia el año 470 a. C., sostuvo que el ser de Parménides, inmutable y eterno, consistía en infinitos seres, los átomos («lo que no puede dividirse más»), con los que podía explicarse el mundo de la experiencia y el nacimiento, la multiplicidad y el perecer de las cosas.

Pitágoras y las matemáticas

Pitágoras nació en torno al año 570 a. C. en Samos, aunque estableció su escuela en Crotona. Sus seguidores, los pitagóricos, formaban una especie de secta en la que se mezclaban los rituales y prácticas secretas con la convivencia comunitaria, la investigación científica, la enseñanza (con preceptos muy rigurosos) y la actividad política.

Pitágoras creía que la armonía de las esferas celestes, determinada mediante relaciones entre números, constituía el auténtico fundamento de la realidad. De hecho, está considerado como el padre de las matemáticas, y a pesar del halo de misterio que los rodeaba, los trabajos matemáticos de los pitagóricos, entre los que destaca el conocido teorema de Pitágoras, constituyen auténticas aportaciones científicas.

Influidos por los cultos mistéricos de Orfeo, los pitagóricos creían que el alma es inmortal y transmigra de unas especies a otras, que lo que ha sucedido vuelve a repetirse periódicamente y que todos los seres vivos están unidos por lazos de parentesco.

Doctrina de los números

1º El número, principio general de las cosas, se divide en impar y par. Los primeros son más perfectos que los segundos, porque tienen un principio, un medio y un fin, mientras que los números pares son indeterminados e incompletos. El número par representa y contiene lo finito, lo determinado; el número impar representa y contiene lo ilimitado, lo indefinido.

2º Los números, además de constituir la esencia real, el principio inmanente de las cosas, son también los modelos o arquetipos de las mismas, en atención a [138] que el orden jerárquico de los seres responde al orden y proporciones de los números, cuyas propiedades, cuya armonía y cuyas relaciones se hallan como encarnadas en las substancias y seres que constituyen el universo mundo.

En conformidad y como aplicación de esta doctrina, los pitagóricos

a) Establecían una especie de correspondencia matemática entre los seres cósmicos y los números. El punto, la línea, la superficie y el sólido, corresponden y se refieren a los cuatro primeros números; la naturaleza física o puramente material, corresponde al número cinco; el alma, al número seis; la razón, la salud y la luz, al número siete; el amor, la amistad, la prudencia y la imaginación, corresponden al número ocho; la justicia responde al número nueve. Sabido es, además, que los pitagóricos, aplicando esta relación cósmico-matemática al mundo astronómico, suponen que éste consta de diez esferas o cuerpos celestes que se mueven alrededor de un fuego central (in medio enim ignem esse inquiunt), siendo uno de aquellos la tierra, cuyo movimiento da origen a la sucesión ordenada de días y noches, como dice Aristóteles: circulariter latam circa medium, noctem et diem facere.

b) Consideraban la armonía como uno de los atributos generales de los seres; pues así como los números entrañan armonía, o sea la unidad en lo múltiple, la concordancia de elementos diferentes, no de otra manera las substancias entrañan o contienen en sí pluralidad de elementos reducidos a la unidad. En este sentido puede decirse, y decían los pitagóricos, que todo es armonía en el mundo; que la armonía es una [139] propiedad de las cosas todas {34}, tanto de las terrestres como de las celestiales.

3º La unidad, principio esencial y primitivo del número, es también principio esencial y primitivo de las cosas, o del Universo. Es, por lo tanto, inmutable, semejante a sí misma, la causa universal de todas las cosas, el origen y razón suficiente de la perfección de las mismas. Esta unidad o mónada primitiva, respirando el vacío, produce la dyada, la cual, en cuanto producida y compuesta, es imperfecta y origen de la imperfección inherente a los números pares y los seres compuestos. La dyada representa o simboliza para la Filosofía pitagórica, la materia, el caos, el principio pasivo de las cosas. Es muy probable, sin embargo, que esta doctrina no perteneció a Pitágoras, ni siquiera a sus discípulos antiguos, como Filolao y Arquitas, sino que es una adición debida a los neopitagóricos, que amalgamaron las ideas y tradiciones de su escuela con las ideas y tradiciones platónicas y orientales.

4º La triada, la tetrada y la década representan también para los pitagóricos, esencias y atributos de las cosas. Pero entre estos números la década constituye un símbolo pitagórico de los más importantes, ya [140] porque es la suma de los cuatro primeros números, ya porque expresa el conjunto de todos los seres, o lo que pudiéramos apellidar categorías de la escuela pitagórica, que son:
Lo finito – lo infinito, o, mejor, lo indefinido.
Lo impar – lo par.
Lo uno – lo múltiple.
La derecha – la izquierda.
Lo masculino – lo femenino.
Lo que está en reposo – lo que se mueve.
La luz – las tinieblas.
Lo bueno – lo malo.
Lo cuadrado – lo que no es cuadrado perfecto o regular.
Estas categorías ponen de relieve la tendencia de los pitagóricos a subordinar los seres y su clasificación a los números y fórmulas matemáticas, aplicando éstas a toda clase de seres y objetos, sean éstos morales o físicos, sensibles o puramente inteligibles.

Doctrina del alma

Los pitagóricos tenían una concepción de unidad de cuerpo (físico) y alma, en donde el alma después de la muerte se separaba del cuerpo, esa separación era la misma muerte. En primer lugar dice [Pitágoras] que el alma es inmortal; después, que se transformaba en otras especies vivientes, y además de esto, que periódicamente lo que ha sucedido se repite, y nada es absolutamente nuevo, y que todos los que han llegado a ser animados deben ser considerados del mismo género.

El amor y la inteligencia

Poco antes de la aparición de los dos grandes filósofos de la época clásica, Platón y Aristóteles, destacan por la novedad de sus ideas otras dos grandes figuras del pensamiento griego:

Empédocles (490-430 a. C.) se interesó por la observación de la naturaleza y realizó hallazgos científicos, como la relación entre el aire y la sangre en la respiración o el hecho de que la luz necesita un tiempo para viajar desde el Sol a la Tierra. Formuló la teoría de los cuatro elementos (aire, fuego, tierra y agua), que constituyen «las raíces de todo», y afirmó que el amor y el odio son las fuerzas que mueven el mundo.

Anaxágoras (nacido hacia el año 500 a. C. en Clazómenas, Asia Menor), introdujo la filosofía jonia en Atenas y fue procesado por impiedad al sostener que «el Sol es una masa de piedra incandescente». Su teoría más original fue la del principio de orden conocido como nous (inteligencia), una especie de amor, como el de Empédocles, pero de naturaleza intelectual, que organiza el cosmos.

Parménides

Parménides es el filósofo del Ser y la unidad. Para él esta es la base del universo, el principio primordial, nada existe o puede existir fuera del Ser, porque este sería no-ser. De esta idea se desglosa su famosa frase “todo lo que es, es y todo lo que no es, no es”. Este concepto tiene una serie de características:
  • Es unitario: Parménides niega la multiplicidad y, por lo tanto, el cambio. Solo existe el ser que no es más que “uno”, cualquier cosa que se diferencie no es, por ende, no existe.
  • Es inmutable: al negar la idea del cambio Parménides le atribuye la inmutabilidad al Ser. Este no puede ser diferente a lo que ya es, porque esto implicaría dejar de ser. En otras palabras, no se mueve, no se transforma, permanece igual.
  • Es indestructible: básicamente ese es un resultado de sus otras características, si el ser deja de ser ya no es. Por lo tanto, el ser no tiene un final, es indestructible.
  • Es ingénito: así como el ser no tiene un final, no tiene un principio. Esta cualidad hace referencia a que el ser no puede ser generado, ha existido siempre.
Los pluralistas

Por "pluralismo" se entiende comúnmente una postura filosófica que postula una diversidad originaria de elementos, independientes e irreductibles entre sí, a partir de los cuales se explica la constitución de lo real en sus diferentes niveles.

Los sofistas

Sofística es la aplicación de argumentos falsos en una disputa o en una demostración recurriendo a los llamados sofismas, a toda clase de astucias revestidas de una exactitud formal y externa. El método característico de la sofística es “arrancar la semejanza exterior de los casos, fuera de su conexión con los acontecimientos” (Lenin). Así, por ejemplo, Plejanov justificó durante la primera guerra imperialista mundial su socialpatriotismo con procedimientos sofísticos: presentaba la guerra imperialista como una guerra de liberación nacional y trataba de aplicar, así, a la guerra imperialista lo dicho por Marx en defensa de la guerra de liberación nacional. Aferrándose a “la semejanza externa de los casos”, el sofista trata de aplicar las propiedades o las leyes de una categoría de fenómenos a fenómenos de otra categoría completamente distinta.

Protágoras de Abdera (c. 485-415 a.C.) está considerado el más importante de los sofistas de la Antigua Grecia y el primer filósofo en promover el subjetivismo al sostener que la interpretación de cualquier experiencia, o de cualquier cosa, está condicionada por el individuo.

Los sofistas preparaban a sus discípulos para que supieran hablar y argumentar en público, les enseñaban Gramática, Matemáticas, Astronomía, Ciencias Físicas y, además, los instruían acerca de la naturaleza de la virtud, las bases de la moral y sobre la historia del arte. Los sofistas defienden la retórica (analizar las formas y propiedades de un discurso) como método para transmitir el saber. El cual, se basa en un discurso cerrado y de carácter enciclopédico que se transmite a unos alumnos que se limitaban a escuchar.

Según los sofistas, el hombre se define a sí mismo y se diferencia de los animales por el lenguaje, expresión de su naturaleza psicofísica: es la condición y el efecto de su carácter social. Gracias a él, puede perfeccionarse personalmente e integrarse socialmente.

  • Protágoras de Abdera (c. 485-415 a.C.) está considerado el más importante de los sofistas de la Antigua Grecia y el primer filósofo en promover el subjetivismo al sostener que la interpretación de cualquier experiencia, o de cualquier cosa, está condicionada por el individuo.
  • El postulado de Gorgias: el ser no es, incluso si existiera seria incognoscible incluso si fuera cognoscible seria incomunicable nos pone un problema, a saber, qué alcance tiene esta tesis y qué consecuencias se podrían derivar de sus postulados.
En su obra Sobre la naturaleza o sobre el no-ser ataca la postura eleática, y defiende el escepticismo. Sus ideas pueden resumirse en tres tesis:
  • Nada existe.
  • Si existiera algo no podría ser conocido.
  • Si algo existente pudiera ser conocido, sería imposible expresarlo con el lenguaje.
La figura de Sócrates

Había entonces en Atenas un viejo famoso por su saber, Sócrates. Primeramente, había sido escultor, luego había renunciado a su profesión para ocuparse únicamente de filosofía.

Era muy feo, la nariz chata, los labios gruesos, el cuello ancho y corto, los ojos saltones y con mucha barriga. Era muy pobre y vivía miserablemente: pero tenía amigos muy devotos y se le consideraba el más virtuoso de los atenienses. Era un ciudadano modelo. Había combatido valerosamente en varias campañas. En Potidea había salvado a su amigo Alcibíades herido, en otra batalla había sido uno de los últimos que se retiraron, y los generales decían que si todos hubieran hecho lo que él, se habría logrado el triunfo. El mismo valor había demostrado en la vida política, atreviéndose a protestar contra la sentencia de los generales vencedores en las islas Arginusas y negándose a obedecer a los Treinta.

Vivía sin ambiciones, de un modo austero. Alcibíades había querido darle tierras, el rey de Macedonia le había invitado a ir a su corte, pero prefirió permanecer pobre, y, para ser independiente, trató ardientemente de dominar sus necesidades. Comía poco y andaba descalzo, cubierto con pobre manto, sin quejarse del calor ni del frío.

Había consagrado toda la vida a inquirir la verdad y la justicia para obrar con arreglo a ellas, y a comunicar a los demás lo que descubría para que se hicieran mejores. Su divisa era la máxima grabada en el templo de Delfos: "Conócete a ti mismo".

Pasaba el tiempo en las calles o en las plazas, hablaba con cuantos le salían al paso haciéndoles preguntas, tratando de lograr que se dieran cuenta de su propio pensamiento. Después de cuarenta años de esta vida, no solamente tenía amigos, sino también muchos discípulos. Al contrario de los sofistas, que se alababan de saberlo todo, decía: "Solo sé, que nada sé". Y no obstante, el oráculo de Delfos había manifestado que Sócrates era el más sabio de los griegos. Al contrario de los sofistas, que se hacían pagar sus lecciones, jamás había querido sacar producto de su sabiduría.

Era enemigo de los sofistas, a los que censuraba no saber distinguir lo justo de lo injusto y no ocuparse de buscar el bien. Pero los partidarios de las viejas costumbres le confundían con ellos, porque muchas veces se le veía discutir sobre moral. En la comedia Las nubes, Aristófanes había presentado a Sócrates como un sofista que enseña a un joven a robar a su padre. Además, Sócrates pasaba por ser enemigo del régimen democrático. Se burlaba del sistema de mayorías en las votaciones y de la costumbre de nombrar los magistrados a la suerte.

Tres ciudadanos se pusieron de acuerdo para entablar un proceso contra Sócrates. Eran, Anytos, rico cardador, uno de los jefes del partido democrático, que quería mal a Sócrates por haber convencido al hijo de aquél de que no siguiera la profesión de su padre, Melitos, un mal poeta y un retórico, Lycon. Acusaron a Sócrates de no creer en los dioses de la ciudad, de adorar dioses nuevos y corromper a los jóvenes, cosas todas que en Atenas eran crímenes capitales.

Juzgó la causa el tribunal de los heliastas. Asistieron 559 jueces; Lyeias, el célebre orador, ofreció a Sócrates escribirle la defensa. Sócrates no aceptó. No quería salvar la vida y habló sin temor, exponiendo francamente sus ideas. El tribunal estuvo muy dividido, 278 jueces votaron la absolución, 281 la pena. Restaba resolver cuál había .de ser ésta. Los acusadores propusieron la pena capital. El condenado tenía también derecho a proponer un pena de su preferencia. Sócrates dijo: "Por haberme consagrado al servicio de mi patria trabajando para hacer a mis conciudadanos virtuosos, propongo que me condenen a ser alimentado hasta el fin de mis días en el Pritaneo, a expensas del Estado".

Esta respuesta irritó a los jueces. Entonces, 361 votaron por la sentencia de muerte y Sócrates fue condenado a beber la cicuta. En aquel momento no había regresado todavía la procesión que Atenea enviaba a la fiesta de Délos, y la religión prohibía ejecutar a ningún condenado hasta que hubiera vuelto. Sócrates permaneció treinta días en la prisión, esperando. Pasó dicho tiempo conversando con sus amigos acerca de temas filosóficos, según su costumbre, sin mostrar la menor turbación. Le propusieron la fuga, pero se negó, diciendo que no quería desobedecer las leyes de su patria. Al fin volvió la procesión de Délos.

Al ponerse el sol, el carcelero le llevó la cicuta. Sócrates la bebió con calma. Todos los asistentes lloraban, hasta el carcelero. Pronto sintió Sócrates que las piernas se le ponían tiesas. Dijo, sonriendo a uno de sus discípulos; "Debemos sacrificar un gallo a Asclepios, no olvides satisfacer esta deuda".
Murió un momento después (399 a.C.)

Sócrates

Método socrático: Ironía y mayéutica

El método socrático consiste en una búsqueda activa y participativa del conocimiento a través del diálogo y la inducción. Invita a pensar e investigar por uno mismo y a explorar nuevas vías para abordar problemas reales. El profesor o profesora no se limita a transmitir mecánicamente unas doctrinas, sino que despierta el pensar crítico. La aptitud de la mente para encontrar lo universal en lo particular se llama inducción. Sin inducción no hay conceptos universales y sin conceptos universales no es posible el conocimiento científico.

El método de la conversación de Sócrates tenía dos momentos: la ironía y la mayéutica. 
  • Con la ironía se opone a la opinión infundada y a la arrogancia de la conciencia dogmática que cree poseer la verdad. Consistía en hacer preguntas que, bajo la apariencia de tener en alta estima el saber exhibido por el interlocutor, mostraban, en realidad, la inconsistencia del mismo y ponían al interlocutor en la tesitura de tener que reconocer su ignorancia.
El segundo momento del método es la mayéutica, es decir, el arte de ayudar a dar a luz la verdad.
  • Consiste en conducir la conversación de modo que pueda aflorar la verdad del interior de cada uno, donde estaba latente. El hecho de que la verdad procede de nuestro interior significa que no llegamos a poseer de verdad sino aquellas verdades que producimos en nosotros mismos. Esta verdad que se encuentra en el interior de cada hombre no es relativa a cada uno (Sócrates se opone al relativismo sofístico), sino que es común, es verdad en sí. En la mayéutica se trata precisamente de pasar del para mí inicial al en sí.
El principio socrático: «Conócete a ti mismo» parte de que debemos conocer nuestra alma y comprenderla, para que podamos distinguir el bien y el mal y así podamos elegir el bien.  La areté se constituye así como la condición de posibilidad de todas nuestras buenas acciones, su regla y su pauta, siendo este el nuevo ideal de medida propuesto por Sócrates a los atenienses para afrontar la crisis de valores en la que lo Bueno, lo Bello y lo Justo se habían desvanecido.

La figura de Platón

Aristófanos fue un filósofo griego nacido en Atenas, en el año 427 a.C. Miembro de una familia aristocrática, abandonó su vocación política por la Filosofía, atraído por Sócrates. Siguió a éste durante veinte años y se enfrentó abiertamente a los sofistas (Protágoras, Gorgias…). Tras la muerte de Sócrates (399 a. C.), se apartó completamente de la política; no obstante, los temas políticos ocuparon siempre un lugar central en su pensamiento, y llegó a concebir un modelo ideal de Estado. Viajó por Oriente y el sur de Italia, donde entró en contacto con los discípulos de Pitágoras; luego pasó algún tiempo prisionero de unos piratas, hasta que fue rescatado y pudo regresar a Atenas. 

Allí fundó una escuela de Filosofía en el 387, situada en las afueras de la ciudad, junto al jardín dedicado al héroe Academo, de donde procede el nombre de Academia. La Escuela, una especie de secta de sabios organizada con sus reglamentos, residencia de estudiantes, biblioteca, aulas y seminarios especializados, fue el precedente y modelo de las modernas instituciones universitarias.

A diferencia de Sócrates, que no dejó obra escrita, los trabajos de Platón se han conservado casi completos y se le considera por ello el fundador de la Filosofía académica (a pesar de que su obra es fundamentalmente un desarrollo del pensamiento socrático). La mayor parte están escritos en forma de Diálogos, como los de La República, Las Leyes, El Banquete, Fedro o Fedón.

Sin embargo, como dijo Platón en su obra La República,  la completa realización del ideal humano sólo puede realizarse en la vida social de la comunidad política, donde el Estado da armonía y consistencia a las virtudes individuales. El Estado ideal de Platón sería una República formada por tres clases de ciudadanos -el pueblo, los guerreros y los filósofos-, cada una con su misión específica y sus virtudes características: los filósofos serían los llamados a gobernar la comunidad, por poseer la virtud de la sabiduría; mientras que los guerreros velarían por el orden y la defensa, apoyándose en su virtud de la fortaleza; y el pueblo trabajaría en actividades productivas, cultivando la templanza.

Las dos clases superiores vivirían en un régimen comunitario donde todo (bienes, hijos y mujeres) pertenecería al Estado, dejando para el pueblo llano instituciones como la familia y la propiedad privada; y sería el Estado el que se encargaría de la educación y de la selección de los individuos en función de su capacidad y sus virtudes, para destinarlos a cada clase. La justicia se lograría colectivamente cuando cada individuo se integrase plenamente en su papel, subordinando sus intereses a los del Estado.

La educación sería garantizada por el estado donde el gobernante sería una especie de dictador ilustrado y existiría un sistema de educación en tres fases: 
  1. Una educación elemental hasta los 20 años, donde se fomentaría el servicio militar
  2. Una educación superior destinada a la gente de entre 20 y 35 años dedicado solo a personas selectas
  3. Una vuelta al estudio y la escritura tras 15 años de ejercicio profesional
Platón se propuso en La República el estudio de lo justo y de lo injusto. Su objeto es demostrar la necesidad moral, así para el Estado como para el individuo, de regir toda su conducta según la justicia, esto es, según la virtud, es decir, según la idea del bien, principio de buen orden para las sociedades y para las almas, origen de la felicidad pública y privada; principio, que es el Dios de Platón. El plan de su demostración, si bien aparece muchas veces interrumpido a causa de la libertad con que se mueve el diálogo, es muy sencillo. Considerando desde luego el Estado como una persona moral en todo semejante, excepto en las proporciones, a una persona humana. Platón hace ver a grandes rasgos la naturaleza propia y los efectos inmediatos de la justicia. Para él el ideal de una sociedad perfecta y dichosa consiste en que la política esté subordinada a la moral. En seguida emprende, con relación al alma, especie de gobierno individual, la misma indagación que le conduce al mismo resultado, esto es, al ideal de un alma perfectamente regida y completamente dichosa, porque es justa. De aquí, como consecuencia, que el Estado y el individuo, que al obrar se inspiran en un principio contrario a la justicia, son tanto más desarreglados, a la vez que desgraciados, cuanto son más injustos. Y así es ley de las sociedades y de las almas, que a su virtud vaya unida la felicidad, como la desgracia a sus vicios. Esta ley tiene su sanción suprema en una vida futura, sanción, cuya idea conduce a Platón á probar en el último libro de la República, que nuestra alma es inmortal.

Platón intentó plasmar en la práctica sus ideas filosóficas, aceptando acompañar a su discípulo Dión como preceptor y asesor del joven rey Dionisio II de Siracusa; el choque entre el pensamiento idealista del filósofo y la cruda realidad de la política hizo fracasar el experimento por dos veces (367 y 361 a. C.). Tras esa experiencia, escribió Las Leyes, una revisión de su obra principal donde consideraba un estado ideal un gobierno de la pura razón gobernado por una monarca sometido a la ley.

Sin embargo, las ideas de Platón siguieron influyendo -por sí o a través de su discípulo Aristóteles- sobre toda la historia posterior del mundo occidental.

Platón
Teoría de las ideas

La teoría de las ideas o teoría de las formas es uno de los aportes a la filosofía más importantes hechos por Platón. A grandes rasgos, establece una distinción marcada entre lo percibido a través de los sentidos y lo que es posible conocer por medio del intelecto, que son las ideas o formas de las cosas. La palabra “idea” viene del griego eidos (εἶδος) y puede traducirse por “forma”, “aspecto”, “tipo” o “especie”, según quién la utilice.

Aparece una explicación más accesible en la República, a través de la alegoría de la caverna. Sea en uno u otro, la distinción se realiza entre el mundo visible de los sentidos y el invisible o inteligible, donde habitan las ideas.
  • En el mundo visible están las cosas que conocemos por medio de los sentidos. Estas cosas son como imágenes o huellas de las formas o ideas de las cosas del mundo inteligible, que es inaccesible por medio de los sentidos.
  • En el mundo inteligible están las ideas de las que los objetos sensibles son copias. Las ideas son el objeto de estudio de la dialéctica como ciencia suprema, y los objetos sensibles se les parecen porque, según Platón (y de un modo poco claro), “participan” de las ideas y se les asemejan de modo imperfecto, degradado.
La figura de Aristóteles

Aristóteles nació en el año 384 a.C. en una pequeña localidad macedonia cercana al monte Athos llamada Estagira, de donde proviene su sobrenombre, el Estagirita. Su padre, Nicómaco, era médico de la corte de Amintas III, padre de Filipo y, por tanto, abuelo de Alejandro Magno. Nicómaco pertenecía a la familia de los Asclepíades, que se reclamaba descendiente del dios fundador de la medicina y cuyo saber se transmitía de generación en generación. Ello invita a pensar que Aristóteles fue iniciado de niño en los secretos de la medicina y de ahí le vino su afición a la investigación experimental y a la ciencia positiva. Huérfano de padre y madre en plena adolescencia, fue adoptado por Proxeno, al cual pudo mostrar años después su gratitud adoptando a un hijo suyo llamado Nicanor.

En el año 367, es decir, cuando contaba diecisiete años de edad, fue enviado a Atenas para estudiar en la Academia de Platón. No se sabe qué clase de relación personal se estableció entre ambos filósofos, pero, a juzgar por las escasas referencias que hacen el uno del otro en sus escritos, no cabe hablar de una amistad imperecedera. Lo cual, por otra parte, resulta lógico si se tiene en cuenta que Aristóteles iba a iniciar su propio sistema filosófico fundándolo en una profunda critica al platónico. Ambos partían de Sócrates y de su concepto de eidos, pero las dificultades de Platón para insertar su mundo eidético, el de las ideas, en el mundo real obligaron a Aristóteles a ir perfilando términos como «sustancia», «esencia» y «forma» que le alejarían definitivamente de la Academia. En cambio es absolutamente falsa la leyenda según la cual Aristóteles se marchó de Atenas despechado porque Platón, a su muerte, designase a su sobrino Espeusipo para hacerse cargo de la Academia. En su condición de macedonio Aristóteles no era legalmente elegible para ese puesto.

A la muerte de Platón, ocurrida en el 348, Aristóteles contaba treinta y seis años de edad, habla pasado veinte de ellos simultaneando la enseñanza con el estudio y se encontraba en Atenas, como suele decirse, sin oficio ni beneficio. Así que no debió de pensárselo mucho cuando supo que Hermias de Atarneo, un soldado de fortuna griego (por más detalles, eunuco) que se habla apoderado del sector noroeste de Asia Menor, estaba reuniendo en la ciudad de Axos a cuantos discípulos de la Academia quisieran colaborar con él en la helenización de sus dominios. Aristóteles se instaló en Axos en compañía de Xenócrates de Calcedonia, un colega académico, y de Teofrasto, discípulo y futuro heredero del legado aristotélico.

El Estagirita pasaría allí tres años apacibles y fructíferos, dedicándose a la enseñanza, a la escritura (gran parte de su Política la redactó allí) y a la reproducción, ya que primero se casó con una sobrina de Hermias llamada Pitias, con la que tuvo una hija. Pitias debió de morir muy poco después y Aristóteles se unió a otra estagirita, de nombre Erpilis, que le dio un hijo, Nicómaco, al que dedicaría su Ética. Dado que el propio Aristóteles dejó escrito que el varón debe casarse a los treinta y siete años y la mujer a los dieciocho, resulta fácil deducir qué edades debían tener una y otra cuando se unió a ellas.

Tras el asesinato de Hermias, en el 345, Aristóteles se instaló en Mitilene (isla de Lesbos), dedicándose, en compañía de Teofrasto, al estudio de la biología. Dos años más tarde, en el 343, fue contratado por Filipo de Macedonia para que se hiciese cargo de la educación de su hijo Alejandro, a la sazón de trece años de edad. Tampoco se sabe mucho de la relación entre ambos, ya que las leyendas y las falsificaciones han borrado todo rastro de verdad. Pero de ser cierto el carácter que sus contemporáneos atribuyen a Alejandro (al que tachan unánimemente de arrogante, bebedor, cruel, vengativo e ignorante), no se advierte rasgo alguno de la influencia que Aristóteles pudo ejercer sobre él. Como tampoco se advierte la influencia de Alejandro sobre su maestro en el terreno político, pues Aristóteles seguía predicando la superioridad de las ciudades estado cuando su presunto discípulo estaba poniendo ya las bases de un imperio universal sin el que, al decir de los historiadores, la civilización helénica hubiera sucumbido mucho antes.

Poco después de la muerte de Filipo, Alejandro hizo ejecutar a un sobrino de Aristóteles, Calístenes de Olinto, a quien acusaba de traidor. Conociendo el carácter vengativo de su discípulo, Aristóteles se refugió un año en sus propiedades de Estagira, trasladándose en el 334 a Atenas para fundar, siempre en compañía de Teofrasto, el Liceo, una institución pedagógica que durante años habría de competir con la Academia platónica, dirigida en ese momento por su viejo camarada Xenócrates de Calcedonia.

Los once años que median entre su regreso a Atenas y la muerte de Alejandro, en el 323, fueron aprovechados por Aristóteles para llevar a cabo una profunda revisión de una obra que, al decir de Hegel, constituye el fundamento de todas las ciencias. Para decirlo de la forma más sucinta posible, Aristóteles fue un prodigioso sintetizador del saber, tan atento a las generalizaciones que constituyen la ciencia como a las diferencias que no sólo distinguen a los individuos entre sí, sino que impiden la reducción de los grandes géneros de fenómenos y las ciencias que los estudian. Como él mismo dice, los seres pueden ser móviles e inmóviles, y al mismo tiempo separados (de la materia) o no separados. La ciencia que estudia los seres móviles y no separados es la física; la de los seres inmóviles y no separados es la matemática, y la de los seres inmóviles y separados, la teología.

La amplitud y la profundidad de su pensamiento son tales que fue preciso esperar dos mil años para que surgiese alguien de talla parecida. Y durante ese período su autoridad llegó a quedar tan establecida e incuestionada como la que ejercía la Iglesia, y tanto en la ciencia como en la filosofía todo intento de avance intelectual ha tenido que empezar con un ataque a cualquiera de los principios filosóficos aristotélicos.

Sin embargo, el camino seguido por el pensamiento de Aristóteles hasta alcanzar su actual preeminencia es tan asombroso que, aun descontando lo que la leyenda haya podido añadir, parece un argumento de novela de aventuras.

Con la muerte de Alejandro, en el 323, se extendió en Atenas una oleada de nacionalismo (antimacedonio) desencadenado por Demóstenes, hecho que le supuso a Aristóteles enfrentarse a una acusación de impiedad. No estando en su ánimo repetir la aventura de Sócrates, Aristóteles se exilió a la isla de Chalcis, donde murió en el 322. Según la tradición, Aristóteles le cedió sus obras a Teofrasto, el cual se las cedió a su vez a Neleo, quien las envió a casa de sus padres en Esquepsis sólidamente embaladas en cajas y con la orden de que las escondiesen en una cueva para evitar que fuesen requisadas con destino a la biblioteca de Pérgamo.

Aristóteles consideraba la ética y la política como dos campos de estudio relacionados inseparables, ya que la ética examina el bien del individuo, mientras que la política examina el bien de la ciudad-estado, que consideraba el mejor tipo de comunidad.

La ética aristotélica combina la consideración de la necesidad proveniente de la ley moral e internalizadada por las virtudes con las coincidencias y accidentes que provienen del azar. La fortuna y el infortunio son factores clave en el despliegue de la condición humana, según se aprecia en la tragedia griega.
  • Virtudes éticas (carácter. comportamiento. Hábito. término medio)
  • Virtudes intelectuales (relativas a la verdad de cada saber. Teórico-sabiduría. Práctico-prudencia. Productivo-técnica)
  • La prudencia como “aquella disposición que le permite al hombre discurrir bien respecto de lo que es bueno y conveniente para él mismo”
Aristóteles entiende la constitución como un orden (τάξις) que determina quién gobierna en una comunidad política. También identifica la constitución con el grupo de ciudadanos que gobierna. Fundado en el significado literal de término, define la democracia como el gobierno del pueblo (δῆμος), y la oligarquía como el gobierno de unos pocos (ὀλίγοι) (Pol. III, 6, 1278b11-13). De acuerdo con este criterio, introduce su esquema de seis constituciones, que distingue entre tres constituciones justas (monarquía, aristocracia y politeia), y tres corruptas (tiranía, oligarquía y democracia).

Para Aristóteles, hay tres formas justas de gobierno:
  • Monarquía: es el gobierno en el que solo un hombre es el soberano;
  • Aristocracia: es la forma en que algunos hombres gobiernan;
  • Politeia (República): forma de gobierno en que la multitud, el pueblo, ejerce la soberanía;
Cuando estas 3 formas justas citadas anteriormente dejan de buscar el bien común, degeneran en:
  • Tiranía: es el desvío de la monarquía; cuando el soberano gobierna de acuerdo con sus propios intereses;
  • Oligarquía: forma degenerada de la aristocracia en que se gobierna buscando el interés de los ricos;
  • Demagogia: desviación de la república en la que se busca solo los intereses de los más pobres, y no de todos. Hay un debate sobre la traducción correcta de este término, algunos traducen como democracia.
Muchos años después, los herederos de Neleo se las vendieron a Apelicón de Teos, un filósofo que se las llevó consigo a Atenas. En el 86 a.C., en plena ocupación romana, Sila se enteró de la existencia de esas cajas y las requisó para enviarlas a Roma, donde fueron compradas por Tiranión el Gramático. De mano en mano, esas obras fueron sufriendo sucesivos deterioros hasta que, en el año 60 a.C., fueron adquiridas por Andrónico de Rodas, el último responsable del Liceo, quien procedió a su edición definitiva. A él se debe, por ejemplo, la invención del término «metafísica», título bajo el que se agrupan los libros VII, VIII y IX y que significa, sencillamente, que salen a continuación de la física.

Con la caída del Imperio romano, las obras de Aristóteles, como las del resto de la cultura grecorromana, desaparecieron hasta que, bien entrado el siglo XIII, fueron recuperadas por el árabe Averroes, quien las conoció a través de las versiones sirias, árabes y judías. Del total de 170 obras que los catálogos antiguos recogían, sólo se han salvado 30, que vienen a ocupar unas 2.000 páginas impresas. La mayoría de ellas proceden de los llamados escritos «acroamáticos», concebidos para ser utilizados como tratados en el Liceo y no para ser publicados. En cambio, todas las obras publicadas en vida del propio Aristóteles, escritas para el público general en forma de diálogos, se han perdido.

Aristóteles

Lógica aristotélica

La lógica de Aristóteles es una teoría general de la deducción o de la inferencia, es decir, una teoría que tematiza los principios que gobiernan los razonamientos válidos y, en conexión con ellos, la teoría de la demostración científica. 
  • Razonamiento científico (parte de premisas verdadera)
  • Razonamiento dialéctico (parte de premisas verosímiles)
Para Aristóteles todo razonamiento –que recibe en su obra el nombre de silogismo- está formado por dos elementos principales: las proposiciones y los términos que forman dichas proposiciones. La combinación de proposiciones, según diversos métodos, da lugar a silogismos, es decir, a razonamientos complejos (premisa mayor-premisa menor-conclusión). Los tres principios de la lógica aristotélica describen algo del funcionamiento del mundo. Aristóteles aborda los principios más fundamentales del razonamiento. Aristóteles los llama «axiomas» (en griego: axioein, "considerar digno"), los requisitos previos de toda argumentación y hasta de toda acción.
  • Identidad: Ahora bien, tratar de averiguar por qué una cosa es ella misma no es tratar de averiguar nada (es preciso, en efecto, que el «que» y el «ser» estén previamente claros -por ejemplo, que la Luna se eclipsa-; pero «porque una cosa es ella misma» es la única respuesta y la única causa para todas las cosas, como por qué el hombre es hombre y el músico es músico, a no ser que se diga «porque cada cosa es indivisible en orden a sí misma», que es lo mismo que afirmar su unidad. Pero aquello es común a todas las cosas y breve).En cambio, cuando A se da en el conjunto de B y de C y no se predica de ninguna otra cosa, y B se da en todo C, necesariamente se han de invertir A y B: en efecto, comoquiera que A se dice sólo de B y C, y B se predica tanto de sí mismo como de C, es evidente que B se dirá acerca de todas aquellas cosas de las que se dice A, excepto del mismo.
  • No-contradicción: Este principio sería, según Aristóteles, un supuesto cierto que no es posible refutar. Es imposible, en efecto, que un mismo atributo se dé y no se dé simultáneamente en el mismo sujeto y en un mismo sentido (con todas las demás puntualizaciones que pudiéramos hacer con miras a las dificultades lógicas). El principio de no contradicción permite juzgar como falso todo aquello que implica una contradicción. De ahí la validez de los argumentos por reducción al absurdo.
  • Tercero excluido: Por consiguiente, si es imposible afirmar y negar al mismo tiempo con verdad, también será imposible que los contrarios se den simultáneamente, y o bien ambos se darán en algún aspecto, o uno en algún aspecto, y el otro, absolutamente.
Para Aristóteles todo el conocimiento surge de la experiencia. Es un realismo filosófico basado en la percepción de lo empírico, de las cosas del mundo o de la realidad. Se opone, en este sentido, al idealismo socrático y platónico. No existen dos mundos: el inteligible y el sensible, como afirmaba Platón, también hay que recurrir  a la experiencia.  la piedra angular del conocimiento es la experiencia y la información que nos llega por los sentidos. Información que, más tarde, nuestra razón se encarga de abstraer y analizar. Se trata, por tanto, de un aprendizaje inductivo. (premisa mayor-premisa menor-conclusión)

Física aristotélica

“Física” es un conjunto de ocho libros, escritos en distintos momentos de su vida, cuyo tema principal es el movimiento de los seres naturales. Para Aristóteles la Physis, que traducimos como Naturaleza, es el conjunto de todo lo que existe, tanto los seres celestes como los terrestres. La característica fundamental de los seres físicos es su movimiento, bien sea los cambios que son resultado de su desarrollo interno o bien su desplazamiento en el espacio. 

El cambio es un paso de la potencia al acto. Para Aristóteles el movimiento o el cambio es una propiedad característica de los seres físicos (naturales) y mientras otros filósofos lo consideraron como desintegración o deterioro de la materia, él lo entendía de forma perfectiva (perfección), ya que el movimiento es el resultado de la tendencia de la naturaleza a desarrollarse, es decir a perfeccionarse.
  • El cambio sustancial: es aquel que supone una modificación fundamental de una sustancia, se refiere, por tanto, a la generación y corrupción de las sustancias.
  • El cambio accidental o movimiento: es aquel que no afecta a la sustancia, sino a sus accidentes. La sustancia es el substrato o carácter subsistente del sujeto, es decir lo que existe por sí, sin depender de nadie. Los accidentes no existen por sí, sino que dependen de la sustancia. 
Aristóteles generaliza el movimiento y resalta su condición de proceso recíproco. Todo ente corpóreo puede mover a otro y puede a su vez ser movido, con la excepción del primer motor; puesto que el movimiento es por contacto el moviente y lo movido se afectan mutuamente. El primer motor inmóvil es un concepto metafísico como la primera causa de todo el movimiento en el universo, y que por lo tanto no es movido por nada.

Aristóteles atribuye una gran importancia al hecho de haber sido el prime­ro en distinguir entre cuatro clases de causas o principios: la causa mate­rial, la formal, la eficiente y la final. Describámoslas con el conocidísimo ejemplo que propone el filósofo:
  1.  La causa material de la existencia de la estatua de bronce es el bronce mismo, en el sentido ya antes apuntado de que en él se encuentra, co­mo potencia pasiva, la capacidad para ser convertido en una escultura.
  2. La causa formal de la estatua es justamente el eidos o la forma en vir­tud de la cual el escultor transforma el bloque de metal en una figura.
  3. La causa eficiente es aquello que puede incidir en la materia para «rea­lizar» en ella las exigencias de la forma, el cincel o el martillo con el cual el escultor moldea su obra.
  4. La causa final de la existencia de la estatua es el propósito o la finalidad para la cual se ha decidido erigir la estatua
Aristóteles formula el principio de causalidad («Todo principio tiene una causa») y nos recuerda que no es posible una regresión indefinida. Tiene que haber un primer motor origen del movimiento (dios). Este primer motor ha de ser inmóvil (es decir, permanencia sin cambio), pues si se moviese necesitaría a su vez un motor anterior, y volvería a comenzar la regresión.

Metafísica aristotélica

La Metafísica de Aristóteles fija el objeto de la “primera filosofía” como la ciencia sobre los primeros principios y causas de todo lo existente, sobre el ser en general, sobre la esencia, a diferencia de otras ciencias que estudian un ser determinado, concreto.
  • Ser en sustancia: La sustancia es un ser propio y definitorio de una cosa dotada de existencia propia (Materia y Forma. La materia es aquello de lo que está hecho algo. La forma es lo que constituye como tal a un ser determinado, lo que le da un orden a esa materia y por lo cual ésta adquiere su ser sustancial)
  • Ser en potencia y acto: Por ser en acto se refiere Aristóteles a la sustancia tal como en un momento determinado se nos presenta y la conocemos; por ser en potencia entiende el conjunto de capacidades o posibilidades de la sustancia para llegar a ser algo distinto de lo que actualmente es. Un niño tiene la capacidad de ser hombre: es, por lo tanto, un niño en acto, pero un hombre en potencia. Es decir, no es un hombre, pero puede llegar a serlo.
Doctrina del alma

Según la distinción propuesta por Aristóteles, el alma es entidad en la medida en que es entelequia de un cuerpo, es decir, su elemento definitorio. También, hace parte de una entidad compuesta que es el cuerpo natural que participa de la vida, esto es, un cuerpo natural organizado. Aristóteles pensaba que el alma era aquello que le daba plenitud al ser humano y que organizaba al cuerpo, dándole la capacidad de vivir. Al contrario que su maestro, Aristóteles cree que el alma es mortal y física, y por lo tanto muere al morir el cuerpo. Pero el intelecto agente es inmaterial y sobrevive a la muerte del individuo. Es común a toda la humanidad, es decir, es colectivo.
  • Alma vegetativa: Es la responsable de proporcionar alimento. Está presente en las plantas, los animales y los seres humanos y hace posible la reproducción, el crecimiento y la nutrición, es decir, las actividades básicas vitales.
  • Alma sensitiva: Es la que posibilita interactuar con el ambiente. Es la propia de los animales no humanos, pero las plantas carecen de ella. Está presente en los animales y los seres humanos y permite el conocimiento sensible (la percepción), los deseos y apetitos corporales como las el deseo sexual o las ganas de comer, así como el movimiento local.
  • Alma racional: Es el alma propia del ser humano, se divide en intelecto agente e intelecto paciente y es la parte más elevada del alma humana. NI los vegetales ni en los animales, tan solo la poseen los seres humanos y es la razón de que posean actividad cognitiva y volitiva.
Conocimiento

Aristóteles afirma que el hombre conoce por medio de los sentidos, es decir, todo conocimiento comienza en los sentidos; mediante ellos, el hombre, toma contacto con las cosas, no obstante, el conocimiento no se agota en la experiencia; además, pudo distinguir varios niveles o grados de conocimiento:
  • El conocimiento sensible, derivado directamente de la sensación, que es un tipo de conocimiento inmediato y fugaz, desapareciendo con la sensación que lo ha generado
  • El conocimiento intelectual, que puede llamarse también pensamiento, es la captación del objeto mediante una imagen mental, normalmente llamada concepto. La recepción pasiva de la sensibilidad es ahora elaboración activa de los datos ofrecidos por los sentidos, a los que se unen los pensamientos. De este modo Aristóteles descubrió que en el hombre se da la distinción entre el intelecto paciente (potencial) y el intelecto agente (como acto). En el intelecto agente se encontraría el pensamiento abstracto y en el intelecto paciente los contenidos. Según Aristóteles, el intelecto agente eleva las imágenes sensibles a conceptos inteligibles. El paciente consiste en la percepción de esos conceptos.
Aristóteles procede a la clasificación de los diferentes saberes en estos tres campos que están directamente relacionados con las tres dimensiones principales de la existencia humana:
  • El saber teórico, referido al modo de ser de las cosas mismas (y no al agente que fabrica con ellas algo o que emprende a partir de ellas al­guna acción). (Ciencia)
  • El saber práctico, que es ético-político y remite a la acción libre o electiva, porque busca la virtud, la regla de la «buena acción». (Ética, Política)
  • El saber productivo, que es técnico y remite a la «fabricación» de cosas útiles. (Técnicas)
A propósito de esta clasificación de las ciencias, conviene recordar una vez más que el término «ciencia» no tiene en la Grecia antigua las connotacio­nes que hoy reviste para nosotros, y que, por tanto, no importa cuál sea su «superioridad» con respecto al conocimiento ordinario, nunca se aparta del todo de la noción común de saber entre los contemporáneos de Aristóteles, que siempre es un saber arraigado en la acción y relacionado con el uso.

Aristóteles distingue el razonamiento científico o filosófico, diseñado para alcanzar la verdad y basado en la demostración silogística, del razonamiento dialéctico, cuyo objetivo principal es derrotar a un oponente en el debate. A través de la abstracción, podemos discernir las ideas universales (esencia) de una realidad concreta.

El legado aristotélico comprende cinco tipos de obras  
  • los Tratados de lógica o el Organón
  • los Tratados de física
  • los Escritos de metafísica 
  • los Obras de ética, política y técnica 
  • las Obras de estética, historia y literatura

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