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jueves, 30 de octubre de 2014

EL FASCISMO ITALIANO

El fascismo es un movimiento político y social que nació en Italia de la mano de Benito Mussolini tras el fin de la Primera Guerra Mundial. Se trata de un movimiento totalitario y nacionalista, cuya doctrina (y las similares que se desarrollaron en otros países) recibe el nombre de fascista.

Desde 1922 hasta 1943 fue cuando el citado dictador italiano se convirtió en el primer ministro de su país. Fecha aquella última en la que fue depuesto y posteriormente encarcelado, aunque en prisión estuvo muy poco tiempo pues recibió la ayuda de la Alemania nazi para escapar de dicho lugar. No obstante, dos años después, en 1945, finalmente moriría tras ser ejecutado.

El fascismo se propuso como una tercera vía ante las democracias liberales (como la estadounidense) y el socialismo (la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas). Además del régimen de Mussolini en Italia, se califica como fascistas a la Alemania de Adolf Hitler y la España de Francisco Franco.

El fascismo se basa en un Estado todopoderoso que dice encarnar el espíritu del pueblo. La población no debe, por lo tanto, buscar nada fuera del Estado, que está en manos de un partido único. El Estado fascista ejerce su autoridad a través de la violencia, la represión y la propaganda (incluyendo la manipulación del sistema educativo).

El líder fascista es un caudillo que aparece por encima de los hombres comunes. Mussolini se autodenominaba como Il Duce, que deriva del latín Dux (“General”). Se trata de liderazgos mesiánicos y autoritarios, con un poder que se ejerce de manera unilateral y sin ningún tipo de consulta.

Además de todo ello hay que resaltar el hecho de que el Fascismo en Italia llevó a que se desarrollaran y promulgaran las que se dieran en llamar “leyes raciales”. Estas eran un compendio de medidas de discriminación y de persecución hacia todas aquellas personas que fueran o estuvieran en relación con los judíos italianos.

Dicha legislación dio lugar no sólo a que se llegara a hablar de una raza italiana “pura” sino también a que se abrieran campos de concentración donde los judíos eran recluidos, sometidos a trabajos forzosos, objetivos de todo tipo de torturas y abusos e incluso algunos de ellos fueron también asesinados.
Benito Mussolini

HISTORIA DEL FASCISMO ITALIANO

La clave del éxito del fascismo surge durante la I Guerra Mundial: Italia, tras abandonar la Triple Alianza con Alemania y el Imperio Austrohúngaro, decide ponerse del bando de los aliados. Las consecuencias fueron desastrosas: hubo un enorme número de bajas humanas y materiales, de los territorios prometidos ( Trieste, Fiume y el Tretino)  solamente recuperó éste último. Esta victoria pírrica fue clave para el ascenso fascista en Italia.

En 1919, terminada la guerra, las expectativas territoriales quedaron frustradas por el Tratado de Saint-Germain-en-Laye (el equivalente para Austria del Tratado de Versalles). El poeta Gabriele D'Annunzio llevó a cabo una aventura militar que acabó en la creación del Estado libre de Fiume y la redacción de una constitución que puede entenderse como precedente inmediato del fascismo. Entre tanto, con un país empobrecido y un gobierno débil, Benito Mussolinni, antiguo dirigente socialista, creó en marzo de 1919 los Fasci italiani di combattimento (Fascios italianos de combate), germen del partido Fascista Italiano de 1921, que empezaron a destacar por su lucha callejera contra huelguistas, izquierdistas y otros enemigos políticos y sociales. El temor ante una revolución similar a la rusa hizo que el pueblo italiano viese en los fascistas de Mussolini la mejor arma para desarticular los movimientos marxistas organizados.

El término totalitarismo fue empleado por primera vez por el "filósofo del fascismo" Giovanni Gentile, conocido como filósofo, autor de la reforma escolar y director de la Enciclopedia Italiana,  durante la Gran Depresión para expresar el sentimiento reconfortante por el que un "estado total" ofrece seguridad y prosperidad a sus ciudadanos si estos renuncian a algunas de sus libertades.  Giovoanni Gentile  fue ministro de Educación, senador del Reino de Italia, miembro del Gran Consejo del Fascismo, redactor del Manifiesto de los Intelectuales Fascistas, creador del juramento de fidelidad de los profesores universitarios, director de la Scuola Normale Superiore de Pisa, fundador y presidente del Instituto Nacional Fascista de Cultura y -por último- presidente de la Accademia d’Italia durante la República Social (RSI).  que se concretó en la famosa frase de Mussolini en su discurso de La Scala de Milán en 1925: “Tutto nello stato, niente al di fuori dello stato, nulla contro lo stato” (“Todo dentro del Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado”).

Mediante la acción violenta sobre socialistas, comunistas, anarquistas y, en general sobre todos los demócratas italianos, logró alcanzar el poder en 1922 tras la Marcha sobre Roma realizada entre 1921 y octubre de 1922 creando un régimen totalitario constituido en precedente y modelo de otros tantos surgidos en Europa a lo largo de la década de los treinta.

Entre octubre de 1922 y enero de 1925, Mussolini cristalizó las bases del estado fascista: en 1923 modificó la ley electoral, creando una ley que beneficiaba al partido más votado. Esta medida fue denunciada por el diputado socialista Mateotti, asesinado por el fascismo en 1924. 

El 10 de junio de 1924, a escasos metros de su domicilio, Matteotti sería secuestrado e introducido a la fuerza en un automóvil alquilado para tal fin por un grupo de escuadristas.

Durante casi dos meses estuvo en paradero desconocido hasta que, el 16 de agosto de ese mismo año, su cuerpo apareció en un avanzado estado de descomposición en un bosque a las afueras de Roma, en dirección a los montes Sabinos.

Giacomo Matteotti

En enero de de 1925, Mussolini reconoció la autoría del asesinato pero ya era tarde: Ya había sentado las bases de un estado totalitario, estado que se basaba en el culto al líder, la represión de la oposición, las ejecuciones y el desarrollo de las leyes fascistas. En mayo de ese mismo año, se creaban las juventudes fascistas (Opera Batilla) cuyo lema era "crecer, obedecer y combatir".

El fascismo fue bendecido por Pío XI en 1929 a través de los Pactos de Letrán entre el Vaticano e Italia. Posteriormente el Papa lo condenaría pero el mal ya estaba hecho.

LA DEMOSTRACIÓN DE LA SUPERIORIDAD FASCISTA

La Copa del Mundo se inauguró en 1930 cuando el fútbol empezaba a sembrar su semilla como deporte de masas y para expresar la competencia entre naciones sin necesidad de recurrir a las armas o conflictos bélicos. El deporte no tardaría en convertirse en otro campo de batalla ideológico.

El régimen fascista necesitaba el apoyo popular para perpetuarse en el poder, y ese apoyo popular estaba en el fútbol, que se convirtió en una herramienta clave para crear la unidad nacional y obtener un prestigio internacional. Creó la Serie A como la primera liga nacional en 1929 y, una vez que se inició la Copa del Mundo en 1930, hizo una oferta a la que la FIFA no podía negarse: celebrar el próximo mundial de fútbol en Italia. El triunfo de la Italia fascista en el Mundial de 1934 fue utilizado por la propaganda del régimen de Mussolini como una demostración más de la superioridad del pueblo italiano y la justificación de su racismo, llegando incluso a crear su propio trofeo: la copa del Duce. El triunfo de la selección italiana de fútbol y la posterior celebración del pueblo italiano de esa victoria equivalían a celebrar el fascismo. El Lazio de Roma es el único recuerdo de la época. Era el equipo de Mussolini y sigue jugando en el estadio que construyó para ellos. Tratan de no contratar jugadores de color y sus partidarios son famosos por su racismo y antisemitismo. Uno de sus jugadores, Paolo di Canio, llevaba tatuados emblemas fascistas y hacía el saludo fascista cada vez que anotaba. Afortunadamente esos días han pasado. Ya es bastante malo que tanto dinero dependa de quién gana o pierde, pero los regímenes fascistas además tenían que ganar por razones políticas.

En 1938 Mussolini envió un telegrama al equipo italiano de la Copa del Mundo diciendo: “Vencer o morir” .Éste era en realidad un eslogan fascista estándar, pero cuando los húngaros perdieron 4-2 ante Italia en la final, eso le dio al portero húngaro, Antal Szabo, una excusa que otros cancerberos envidiarían: “Con los cuatro goles que me hicieron, le salvé la vida a once seres humanos”.


LA POLÍTICA ECONÓMICA Y EL IMPERIALISMO ITALIANO

La base económica fundamental del fascismo era la autarquía: a través del intervencionismo económico y la protección social, el estado tendría que valerse de sus propios recursos para subsistir. Se limitaron las exportaciones, se nacionalizaron empresas y, a través de la Batalla del Trigo (1925), la Batalla de la Lira (1927) con la que aumentó el PIB y la Batalla de la Bonificación (1928) la cuál aumentó el número de campos de cultivo y la inversión pública, Mussolini intentó sacar a Italia de la crisis económica.

Los fascismos alemán e italiano se enfrentaron no sólo a la creciente movilización de la clase obrera sino a la pujanza de las oligarquías financieras de las potencias capitalistas que ya habían conquistado los mercados exteriores vitales para el proceso de acumulación de capital. En consecuencia el fascismo alemán e italiano también fue la contestación monopolista de los capitalismos que llegaron tarde al colonialismo, surgió fruto de la rivalidad interimperialista que provocó la I Guerra Mundial por el reparto territorial del mundo. El fascismo se coloca en el período de maduración y crisis en la fase inicial del imperialismo donde el modelo de acumulación capitalista requería la puesta en marcha del militarismo para la búsqueda de mercados exteriores para canalizar la producción metropolitana, exportar capitales y asegurar el abastecimiento de materias primas y alimentos, optimizando la tasa de ganancias aprovechando las ventajas de las regiones colonizadas.

Hay que recordar que los grandes intereses del capital financiaron al fascismo como brazo armado contra los anarquistas y los comunistas, ayudando a la política expansionista de Mussolini quien conquistó Libia y Etiopía en 1935, además de firmar un acuerdo con Hitler en octubre de 1936 y apoyar la sublevación militar contra la Segunda República española de Franco, Mola y Sanjurjo durante la Guerra Civil española (1936-1939).

Una de las prioridades de la Italia Fascista tras llegar al poder tras la Marcha sobre Roma en 1922, fue la creación de un Imperio Italiano como el que había tenido el antiguo Imperio Romano.

Cuando llegó el fascismo a Italia de manos de Benito Mussolini, este era un país con más de 40.000.000 de habitantes repartidos en las regiones de Roma, Génova , Módena, Veneto, Piemonte, Romaña, Toscana, Nápoles, Lombardía y Parma, así como la islas de Sicilia, Cerdeña y Pantelleria. En África gozaba de los grandes dominios coloniales de Libia, Eritrea y Somalia. Como resultado vitorioso de la Primera Guerra Mundial se había anexionado los pequeños territorios de Trieste, Trentino, Alto Adigio, Zara e Istria a costa de Austria y Yugoslavia. Por último junto a Grecia poseía las Islas del Dodecaneso y la ciudad comercial asiática de Tientsin en China.

Los fascistas consideraban que la capacidad para trabajar y la calidad del trabajo que podía realizar cualquier persona era algo predeterminado, innato, vinculado a las características raciales de cada individuo, que de este modo se transformaban en un componente de la “naturaleza” humana, en rasgos esenciales, y no en el resultado del conjunto de prácticas y de ideas generadas en el proceso de producción cultural y de devenir histórico. Las características jerárquicas de la organización del trabajo bajo el capitalismo se transformaban según la perspectiva fascista en las condiciones naturales -biológicamente determinadas- de la organización de las relaciones de producción y del proceso de trabajo.

Mussolini subordinó a los sindicatos italianos a la patronal, primero mediante el llamado Pacto del Palazzo Vidoni, de octubre de 1925, donde quedó muy en claro que la autoridad dentro de la empresa era detentada por el empresario, sin ningún tipo de compensación o control por parte de sus empleados. En ese pacto la patronal lograba alejar a los sindicatos de cualquier interferencia en la gestión de las empresas, a cambio del otorgamiento a los sindicatos fascistas de la exclusiva representación de los trabajadores y la capacidad de firmar convenios; ya que se liquidaban definitivamente las comisiones internas (vestigio de las movilizaciones de del bienio rojo), Esa cuestión quedó refrendada en la “constitución” laboral, la Carta del Lavoro, sancionada al año siguiente, en donde se reconocía explícitamente (art. VII) la autoridad exclusiva del empresario en la conducción de la actividad económica, a la cual debía subordinarse sin reparos el conjunto de trabajadores, y a la empresa privada “como el instrumento más eficaz y útil para los intereses nacionales”. Ese pacto significó a su vez el otorgamiento a la Confindustria de la representación oficial del empresariado como bloque único en el proyecto corporativo, al tiempo que se confirmaba y reconocía por parte de la cúpula fascista la indiscutible y exclusiva autoridad del empresario en la dirección de su establecimiento.

Tras una serie de huelgas entre febrero y marzo de 1925, especialmente en el sector de la metalurgia, que fueron prácticamente autorizadas por Mussolini y el Gran Consejo con el fin de enviar un mensaje a los patronos para que recordaran que la dictadura fascista era el árbitro que garantizaba la paz laboral que aquellos necesitaban, las huelgas acabaron con un discreto aumento salarial y los sindicatos fascistas se retiraron rápidamente del conflicto (la FIOM dirigida en condiciones de clandestinidad por los socialistas, intentó continuarlas), pero un mes después el Gran Consejo Fascista prohibió las huelgas considerándolas “acto de guerra”, que con la ley de abril de 1926 quedarían definitivamente proscriptas, junto a los lock-outs.  Los grandes colosos empresariales cuyo desarrollo, que consideraban estimulados por la Gran Guerra, ofrecían tanto un modelo militar de organización jerárquica como el mejor ejemplo de la capacidad productiva, eran vistos como un pilar importante de la fuerza política del estado y por lo tanto en su capacidad militar. A su vez un régimen productivista debía reunir las características de una “nación en guerra”, un régimen de colaboración entre todas las clases sociales en un orden basado en la autoridad de las jerarquías naturales.

Musolinni y Franco


Los Pactos de Letrán

Corría el 11 de febrero de 1929 cuando el Estado Vaticano recuperaba su autonomía como estado independiente, después de que el Reino de Italia reconociera la soberanía del primero en los Pactos de Letrán. Los Estados Pontificios, en los que había gobernado el Papa hasta 1870, habían sido absorbidos en la Reunificación italiana, el papa y la Santa Sede habían quedado forzosamente bajo la soberanía italiana. Pero tras los acuerdos de 1929, se restauraba un Estado soberano para la Iglesia Católica.

“En nombre de la Muy Santísima Trinidad, Considerando:
Que la Santa Sede e Italia han reconocido que convenía eliminar toda causa de discrepancia existente entre ambos y Ilegar a un arreglo definitivo de sus relaciones recíprocas que sea conforme a la justicia y a la dignidad de las dos Altas Partes y que, asegurando a la Santa Sede, de una manera estable, una situación de hecho y de derecho que le garantice la independencia absoluta para el cumplimiento de su alta misión en el mundo, permita a esta misma Santa Sede reconocer resuelta de modo definitivo e irrevocable la "Cuestión Romana", surgida en 1870 por la anexión de Roma al reino de Italia bajo la casa de Saboya; que es necesario para asegurar a la Santa Sede la independencia absoluta y evidente, garantizarle una soberanía indiscutible, incluso en el terreno internacional, y que, como consecuencia, es manifiesta la necesidad de constituir con modalidades particulares la "Ciudad del Vaticano" reconociéndose a la Santa Sede, sobre este territorio, plena propiedad, poder exclusivo y absoluto y jurisdicción soberana; Su Santidad el Soberano Pontífice Pío XI y Su Majestad Víctor Manuel III, rey de Italia, han resuelto estipular un tratado, nombrando a este efecto dos plenipotenciarios, los cuales han acordado los siguientes artículos:

Artículo 1.° Italia reconoce y reafirma el principio consagrado en el artículo 1° del Estatuto del reino, de fecha de 4 de marzo de 1848, en virtud del cual la religión católica, apostólica y romana es la única religión del Estado.

Art. 2.° Italia reconoce la soberanía de la Santa Sede en el campo internacional como un atributo inherente a su naturaleza, de conformidad con su tradición y con las exigencias de su misión en el mundo.

Art. 3.º Italia reconoce a la Santa Sede la plena propiedad, el poder exclusivo y absoluto de la jurisdicción soberana sobre el Vaticano, cómo está constituido actualmente, con todas sus dependencias y dotaciones, estableciendo esta suerte de Ciudad del Vaticano para los fines especiales y con las modalidades que contiene el presente tratado (...).

Art. 4.º La soberanía y la jurisdicción exclusiva que Italia reconoce a la Santa Sede sobre la Ciudad del Vaticano implica esta consecuencia: que ninguna injerencia por parte del Gobierno italiano podrá manifestarse allí y que no habrá otra autoridad allí que la Santa Sede (...).

Art. 8º ltalia considera como sagrada e inviolable la persona del Soberano Pontífice, declara punible el atentado contra ella y la provocación al atentado, bajo amenaza de las mismas penas establecidas para el atentado o provocación al atentado contra el Rey. Las ofensas e injurias cometidas en territorio italiano contra la persona del Soberano Pontífice, en discursos, actos o en escritos serán castigados como las ofensas e injurias contra la persona del Rey (...).
Art. 12º Italia reconoce a la Santa Sede el derecho de legación activa y pasiva según las normas del derecho internacional (...).

Art. 18º Los tesoros de arte y de ciencia que existen en la Ciudad del Vaticano y en el palacio de Letrán permanecerán visibles a los estudiosos y a los visitantes, reservándose a la Santa Sede, sin embargo, plena libertad de reglamentar la entrada del público.

Art. 20º Las mercancías que provengan del exterior y enviadas a la Ciudad del Vaticano se les permitirán siempre pasar por el territorio italiano con plena exención de derecho de aduana y de consumos.

Art. 24º La Ciudad del Vaticano será siempre y en todos los casos considerada como un territorio neutral e inviolable.

Roma, 11 de febrero de 1929.

Pietro, cardenal Gasparri.
Benito Mussolini."

Firma de los pactos de Letran

LAS CONQUISTAS FASCISTAS. RECUPERANDO EL IMPERIO ROMANO

La política exterior de la Italia Fascista se basó en convertir al país en una potencia hegemónica sobre el Mar Mediterráneo dentro de un espacio de influencia que el nacionalismo latino consideró su “Marenostrum”, aunque también a nivel mundial y marítimo compitiendo con Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos y Japón.

Isla de Corfú

Mussolini empezó a crear su Imperio en 1923. Aprovechando que unos griegos exaltados asesinaron a unos militares italianos en la frontera con Albania, el Duce encontró un pretexto para atacar Grecia.

Inesperadamente la Marina Real Italiana (Regia Marina) bombardeó como represalia la Isla Corfú y la invadió. Grecia firmó la capitulación de Corfú que pasó a ser territorio italiano. Los griegos como indemnización además pagaron a Italia de 50 millones de liras. Mussolini acababa de obtener su primer territorio.

Fiume

Fiume, una península en Yugoslavia pegada al Mar Adriático, dentro de la región de Croacia, era un territorio polémico desde la fallida invasión de las milicias “Arditi” italianas capitaneadas por Gabriele D’Annuzio en 1919, expedición que acabó en nada ante la crisis política derivada del momento.

Con Mussolini las cosas fueron diferentes. En Enero de 1924 Italia firmó un acuerdo con Yugoslavia en el que concluía la ocupación militar italiana de Fiume. Había una explicación respecto a la anexión de Fiume y es que la Unión Soviética, gracias a sus buenas relaciones con Italia, reconoció la soberanía fascista en la península sin ninguna pega, algo que sin duda amedentró al Reino de Yugoslavia. Poco a poco el futuro Imperio de Mussolini empezaba a formarse.

Gebel (Libia)

Emilio de Bono cuando fue nombrado jefe del Ministerio de Colonias en 1925, se trasladó a Libia para dedicarse a su nueva tarea. Durante años Italia había llevado en el país norteafricano una política de asentamientos de colonos acompañada por constantes luchas contra la población libia que no quería aceptar la hegemonía italiana. La más cruenta antes de la Era Fascista fue el aplastamiento de la República de Tripolitania (1916-1918) con ayuda militar inglesa.

Las insurrecciones libias en el desierto contra Italia se produjeron hasta 1931, fecha en que el líder rebelde beduino Omar Mukhtar fue ejecutado públicamente gracias a una efectiva política represiva del general Rodolfo Graziani. Con los sublevados aplastados, Libia y en especial los nuevos territorios conquistados de Gebel se convirtieron en un asentaminto exclusivamente para agricultores y campesinos italianos.

Obbia y Migiurtina (África Oriental)

Similares sucesos, aunque de menor intensidad, ocurrieron en África Oriental. Los movimientos guerrilleros en Eritrea y Somalia huvieron que ser silenciados con bombardeos sobre la población civil durante años. Tras los combates en los que Italia salió victoriosa, al fin pudieron controlar sin problemas todos territorios. Ademas los italianos ampliaron sus dominios anexionando los sultanatos en Somalia de Obbia y Migiurtina.

Etiopía

Italia mantenía siempre vigiladas sus colonias africanas de Somalia, Libia y Eritrea, esta última muy codiciada por otras potencias debido a su gran industrialización. Pero más apetito tenía Italia por Abissínea (Etiopía), por ello como fundamento siempre a sus intentos de expansión ponía siempre el pretexto de la protección de Eritrea.

Gran Bretaña anunció en 1934 que los somalíes que viajasen entre la Somalia Británica y la Somalia Italiana a través de Etiopía, tendrían que hacerlo por la zona italiana de Welwel. Esto obligó a los nómadas somalíes a atravesar la región por medio de vigilancia de soldados británicos en supuestamente territorio italiano, lo que equivalía a violar el territorio. Tal actitud inglesa no gustó nada a Mussolini que reclamó una solución más justa. Pero la respuesta fue más polémica todavía, ya que Inglaterra retiró a sus tropas y en su lugar dejó que la ocupasen soldados del Reino de Etiopía. Dicha ocupación causó confusión entre las tropas etíopes que dispararon contra los italianos, a lo que estos respondieron con la misma moneda. Mussolini calificó este acto como una declaración de guerra, por lo que Italia se preparó para un conflicto africano.

El 2 de Mayo de 1935 el Ejército Italiano cruzó la frontera con Etiopía desde Eritrea y Somalia. Al día siguiente, el 3 de Mayo, el Emperador Haile Selassie anunció a su pueblo el levantamiento en armas contra los italianos. Ante aquella provocación Gran Bretaña y Francia embargaron el armamento tanto de Italia como Etiopía. Dos días después, el 5 de Mayo en Ginebra, Suiza, sede de la Sociedad de Naciones, se convocó una reunión de urgencia. Italia fue considerada como agresora y 48 países anunciaron sanciones. Sin embargo muchos se retractaron como Hungría, Austria y Albania, otros alargaron sus envíos como las propias Gran Bretaña o Francia y Estados Unidos simplemente aumentó los precios de las materias primas. Italia internacionalmente había conseguido una victoria legítima.

Durante todo 1935 y mitad de 1936, los italianos lentamente fueron conquistando Etiopía. A lo largo de la invasión Italia empleó sustancias ilegales como gases lanzados desde aviones contra los soldados etíopes que vomitaban sangre, se les caía la piel y se les desahacían los huesos. Finalmente, tras la Batalla de Maitschew, el Emperador Selassie huyó a Suiza y el 2 de Mayo de 1936 las tropas italianas victoriosas entraron en la capital de Addis Abbeba.

Con la conquista de Etiopía, Italia oficialmente se constituyó como Imperio y Víctor Manuel pasó de ser Rey a Emperador. Aquella era la primera vez desde la Antigua Roma que la Península Itálica recibía un título oficial del “Imperio”.

Albania

Albania subsistía económicamente gracias a Italia. Durante unos años las relaciones de Roma con Tiranna fueron buenas debido a una alianza militar entre los dos países, pero a raíz de las intenciones expansionistas de Italia las tensiones empezaron a aumentar entre ambas.

Cuando se firmó el Pacto de Munich el 29 de Septiembre de 1938, Mussolini gracias al apoyo que ofreció a Adolf Hitler, permitió a Alemania anexionarse Checoslovaquia. Con un aliado en Europa que no le reprocharía, Italia el 25 de Marzo de 1939 lanzó un ultimátum a Albania para que voluntariamente se uniese al Imperio Italiano. Como era lógico Albania lo rechazó, por tanto el 7 de Abril de 1939 las tropas italianas invadieron el país.

Muy fácil fue la conquista de Albania, pues el 12 de Abril el Parlamento Albanés votó el “sí” a favor de la anexión. Albania quedó constituida por un Gobierno fascista del Primer Ministro Shefqer Bej Verlaçi y pasó a formar parte de la Corona de Víctor Manuel III.

La Italia Fascista por fin era un gran Imperio.


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