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martes, 31 de enero de 2012

LA REFORMA PROTESTANTE Y LA CONTRARREFORMA CATÓLICA

Los grandes humanistas vacilaron ante la Reforma, tal vez porque eran, sobre todo, europeos universalistas. Entre ellos estaba Erasmo, quien estudió en Francia, en Inglaterra y en Italia, fue pensionado por Carlos V en los Países Bajos, en 1521, y finalmente, decidió instalarse en Basilea.
 
Simbólica trayectoria de un espíritu que busca un centro donde fijarse y que lo halla en el cruce de los caminos europeos, Basilea. Su espíritu conciliador, pero sobre todo su creencia en el libre albedrío del hombre, que es condenado por la teoría de predestinación de los reformadores, le impiden romper con Roma. Sin embargo, para conseguir transformar no solamente las almas, sino el sentido de la época, hubiera sido necesario un temperamento más apasionado y más vivo que el suyo.

Es posible que para describir el ambiente que provocó el movimiento religioso que se conoce como La Reforma, no exista un texto más decidor que el que escribió, en latín, Desiderio Erasmo, en 1511, en solo siete días, durante los cuales fue huésped de Thomas Moro, autor del célebre libro "Utopía". Erasmo tituló al suyo, no menos elogiado que Utopía, Elogio a la locura.

En un párrafo de su Elogio a la Locura, Erasmo, escribió:

"Mirad a vuestro alrededor: los Papas, los reyes, los jueces, los magistrados, los amigos, los enemigos, los grandes y los pequeños, todos tienen un solo móvil: la sed de oro". El Papa León X leyó el texto completo y lo celebró con carcajadas, pese a que estaba lleno de tan tajantes ataques a todo lo establecido y de las agudas ironías sobre modo de vivir de la sociedad de ese tiempo
Erasmo de Rotterdam

En el siglo XVI una parte muy importante de Europa, se había sustraído a la autoridad del Papa, porque los reformistas querían rescatar el ideal evangélico, que había sido traicionado por la Iglesia de Roma, que no renunciaba a su grandeza temporal ni corregía el sistema de nombramientos para las altas funciones eclesiásticas. Y todo ello, pese a que tales manifestaciones se iniciaron al comienzo del siglo XV.

La figura de Martin Lutero

Martín Lutero, monje agustino, que sufría una larga crisis religiosa al no admitir la idea de un Dios vengativo, encontró el remedio en la lectura de la Epístola a los romanos, de San Pablo; el texto que, al fundamentar la salvación en la fe, iba a ofrecer a las iglesias protestantes una teología, una moral y una mística. Lutero se sumergió en la lectura de la Biblia y enseñó su doctrina en la Universidad de Witenberg, época en la que los dominicos predicaban la indulgencia concedida por León X para la reconstrucción de San Pedro, es decir, la remisión de los pecados o la reducción de las penas para las almas del purgatorio a cambio de la entrega de sumas de dinero.
Martin lutero

Entonces, el 31 de octubre de 1517, Lutero fijó públicamente sus 95 tesis contra el principio y la práctica de la indulgencia. Las tesis promovían los argumentos de Lutero contra lo que él consideraba un abuso de la práctica del clero al vender indulgencias plenarias, certificados que, según las creencias católicas, reducen el castigo temporal del purgatorio por los pecados cometidos por los compradores o sus seres queridos.

Lutero vio que el comercio de indulgencias era totalmente injustificado por la Escritura, la razón o la tradición, esto alentaba a las personas en su pecado y apartaba su mente de Cristo y del perdón de Dios. Fue en ese punto que la teología de Lutero se vio fuertemente relacionada con la de la iglesia. El Papa reclamó la autoridad “para cerrar las puertas del infierno y abrir la puerta del paraíso”. Un monje obscuro desafió esa autoridad. Sus contemporáneos supieron de inmediato que Lutero había tocado el nervio expuesto tanto de la jerarquía de la iglesia como de la práctica diaria de la Cristiandad.

A comienzos de 1520, Lutero expuso sus doctrina del principio del sacerdocio universal, la reducción del número de sacramentos a tres y, junto a la libertad cristiana del hombre interior, la necesidad de una ortodoxia, de una Iglesia y de una disciplina política. "A la nobleza cristiana de la nación alemana" se convirtió en una de las obras más importantes de Lutero

Las 95 tesis

Por amor a la verdad y el deseo de sacarla a la luz, las siguientes proposiciones serán discutidas en Wittenberg, bajo la presidencia del Reverendo Padre Martín Lutero, Maestro de Artes y de Sagrada Escritura, y Profesor Ordinario en esta última disciplina y en este mismo lugar. Por lo tanto, pide que aquellos que no pueden estar presentes y debatir oralmente con nosotros, aunque ausentes, puedan hacerlo por carta.

En el Nombre nuestro Señor Jesucristo. Amén.
  1. Nuestro Señor y Maestro Jesucristo, cuando dijo “haced penitencia”, quería que toda la vida de los creyentes fuera arrepentimiento.
  2. Esta palabra no puede ser entendida como la penitencia sacramental, es decir, la confesión y la satisfacción, que es administrada por los sacerdotes.
  3. Sin embargo, no sólo significa el arrepentimiento interior; No, no hay arrepentimiento interior sino obran exteriormente diversas mortificaciones de la carne.
  4. Por lo tanto, la pena del pecado continúa mientras perdure el odio a sí mismo. Porque éste es el verdadero arrepentimiento interior, y continúa hasta nuestra entrada en el reino de los cielos.
  5. El papa no tiene la intención de remitir, y no puede remitir ninguna penalidad que no sea la que él ha impuesto ya sea por su propia autoridad o por la de los Cánones.
  6. El papa no puede remitir ninguna culpa, sino declarando que ha sido remitida por Dios y asintiendo a la remisión de Dios; Aunque, ciertamente, puede conceder la remisión en los casos reservados a su juicio. Si se desprecia su derecho a conceder la remisión en tales casos, la culpa seguiría siendo totalmente imperdonable.
  7. Dios no remite la culpa a nadie a quien no humilla antes, y somete lo al sacerdote, Su vicario.
  8. Los cánones penitenciales se imponen sólo a los vivos y, según ellos, nada debe imponerse a los moribundos.
  9. Por lo tanto, el Espíritu Santo en el papa es amable con nosotros, porque en sus decretos siempre hace excepción y nos beneficia en caso de muerte y necesidad.
  10. Ignorantes y perversos son los hechos de aquellos sacerdotes que, en el caso de los moribundos, reservan penitencias canónicas para el purgatorio.
  11. Este cambio de la pena canónica a la pena del purgatorio es evidentemente una de las cizañas que fueron sembradas mientras los obispos dormían.
  12. En épocas anteriores las penas canónicas se impusieron no después, sino antes de la absolución, como pruebas de la verdadera contrición.
  13. Los moribundos son liberados por la muerte de todas las penas; Ya están muertos a las reglas canónicas, y tienen derecho a ser liberados de ellos.
  14. La salud imperfecta (del alma), es decir, el amor imperfecto, de los moribundos trae consigo, por necesidad, gran temor; Y cuanto menor es el amor, mayor es el temor.
  15. Este temor y horror es suficiente por sí solo (para no decir nada de otras cosas) para constituir la pena del purgatorio, ya que está muy cerca del horror de la desesperación
  16. El infierno, el purgatorio y el cielo parecen diferir como la desesperación, la causa de la desesperación, y la seguridad de la salvación.
  17. Con las almas en el purgatorio parece necesario que el horror crezca menos y que el amor aumente.
  18. No parece probado, ya sea por razón o por Escritura, que estas almas estén fuera del estado de mérito, es decir, de amor creciente.
  19. Una vez más, no parece probado que las almas en el purgatorio, o al menos algunas de ellas, tengan total certeza de su propia bienaventuranza, aunque nosotros podamos estar bastante seguros de ello.
  20. Por tanto, cuando el papa habla de “remisión plenaria de todas las penas”, no significa simplemente el indulgencia de “todas ellas”, sino solamente el de aquellas que él mismo impuso.
  21. En consecuencia, yerran los predicadores de las indulgencias, pues dicen que por las indulgencias del papa un hombre es liberado de todo castigo, y salvado.
  22. Así pues, el papa no remite ninguna pena a las almas en el purgatorio que, según los cánones, habrían tenido que pagar en esta vida.
  23. Si es posible conceder a cualquiera la remisión de todas las penas, esta remisión sólo puede concederse a los más perfectos, es decir, a los pocos.
  24. Esto necesita, por lo tanto, que la mayor parte de la gente sea engañada por esa indiscriminada y jactanciosa promesa de la liberación de la pena.
  25. El poder que el papa tiene, en general, sobre el purgatorio, es igual que el poder que cualquier obispo o cura tiene, de una manera especial, dentro de su propia diócesis o parroquia.
  26. El papa hace bien cuando concede la remisión a las almas (en el purgatorio), no por el poder de las llaves (que él no posee), sino por vía de la intercesión.
  27. Doctrina de hombre la que dice que tan pronto como una moneda entrra en la caja de dinero, el alma sale volando (del purgatorio).
  28. Es cierto que cuando la moneda entra en la caja de dinero, la ganancia y la avaricia pueden aumentar, pero el resultado de la intercesión de la Iglesia está solamente en el poder de Dios.
  29. ¿Quién sabe, acaso, si todas las almas del purgatorio desean ser redimidas? Hay que recordar lo que, según la leyenda, aconteció con San Severino y San Pascual.
  30. Nadie está seguro de que su propia contrición es sincera; Mucho menos de que él haya la remisión completa.
  31. Raro como es el hombre que es verdaderamente penitente, es también el hombre que verdaderamente compra indulgencias, es decir, tales hombres son los más raros.
  32. Serán condenados eternamente, junto con sus maestros, los que se creen seguros de su salvación porque tienen cartas de indulgencia.
  33. Los hombres deben estar en guardia contra los que dicen que el indulgencia del papa es ese inestimable don de Dios por el cual el hombre se reconcilia con Él.
  34. Porque estas “gracias del indulgencia” sólo conciernen a las penas de la satisfacción sacramental, y éstas son nombradas por el hombre.
  35. No predican doctrina cristiana los que enseñan que no es necesaria la contrición en aquellos que tienen la intención de comprar almas fuera del purgatorio o para comprar confessionalia.
  36. Todo cristiano verdaderamente arrepentido tiene derecho a la remisión total de pena y culpa, incluso sin cartas de indulgencia
  37. Todo cristiano verdadero, ya sea vivo o muerto, tiene parte en todas las bendiciones de Cristo y de la Iglesia; Y esto le es concedido por Dios, incluso sin cartas de indulgencia.
  38. Sin embargo, la remisión y la participación [en las bendiciones de la Iglesia] que son concedidas por el papa no son en modo alguno despreciables, ya que son, como he dicho, la declaración de remisión divina
  39. Es muy difícil, incluso para los teólogos más afanosos, al mismo tiempo, recomendar al pueblo la abundancia de indulgencias y la verdadera contrición.
  40. La verdadera contrición busca y ama las penas, pero los indulgencias liberales sólo relajan las penas y hacen que sean odiados, o por lo menos, proveen una ocasión para odiarlos.
  41. Los indulgencias apostólicos deben ser predicados con cautela, la gente puede pensar falsamente que son preferible a otras buenas obras de amor.
  42. Se debe enseñar a los cristianos que el papa no pretende que la compra de indulgencias sea comparada en modo alguno con las obras de misericordia.
  43. Se debe enseñar a los cristianos que quien da a los pobres o presta a los necesitados hace un trabajo mejor que comprar el indulgencia.
  44. Porque el amor crece por obras de amor, y el hombre se hace mejor; Pero por indulgencias el hombre no crece mejor, sólo más libre de pena.
  45. A los cristianos se les debe enseñar que el que ve a un hombre necesitado, y sin atenderle, da su dinero para comprar el indulgencia, no compra las indulgencias del papa, sino la indignación de Dios.
  46. Se debe enseñar a los cristianos que a menos que tengan más de lo que necesitan, están obligados a retener lo que es necesario para sus propias familias, y de ninguna manera a desperdiciarlo con indulgencias
  47. Se debe enseñar a los cristianos que la compra de indulgencias es una cuestión de libre albedrío, y no de mandamiento.
  48. Se debe enseñar a los cristianos que el papa, al conceder indulgencias, necesita, y por lo tanto desea, su devota oración por él, más que el dinero que traen.
  49. A los cristianos se les debe enseñar que los indulgencias del papa son útiles, si no ponen su confianza en ellos; pero totalmente perjudiciales, si a través de ellos pierden el temor de Dios.
  50. Se debe enseñar a los cristianos que si el papa conociera las exigencias de los predicadores de indulgencia, preferiría que la Basílica de San Pedro se conviertiera en cenizas, que construirla con la piel, la carne y los huesos de sus ovejas.
  51. A los cristianos se les debe enseñar que sería el deseo del papa, como es su deber, dar de su propio dinero a muchos de aquellos de quienes algunos vendedores de indulgencias ganan dinero, a pesar de que la iglesia de San Pedro podría tener que ser vendido.
  52. La seguridad de la salvación por medio de las cartas de indulgencia es vana, aunque el comisario, aunque el propio papa, pusieran su alma como prenda.
  53. Son enemigos de Cristo y del papa, quienes para que las indulgencias puedan ser predicadas, silencian completamente la Palabra de Dios en algunas Iglesias,
  54. Se hace daño a la Palabra de Dios cuando, en el mismo sermón, se gasta un tiempo igual o mayor en hablar de indulgencias que en predicar la Palabra.
  55. Debe ser la intención del papa que, si las indulgencias, que son una cosa muy pequeña, se celebran con una campana, con procesiones y ceremonias únicas, entonces el Evangelio, que es lo más grande, debe ser predicado con cien campanas, cien procesiones, cien ceremonias.
  56. Los “tesoros de la Iglesia”, de donde el papa distribuye las indulgencias no son suficientemente nombrados ni conocidos entre el pueblo de Cristo.
  57. Que no son tesoros temporales es ciertamente evidente, porque muchos de los vendedores no derrochan tales tesoros tan fácilmente, pero si los acumulan.
  58. Ni son los méritos de Cristo y de los santos, porque aun sin el papa, éstos siempre trabajan gracia para el hombre interior, y la cruz, la muerte y el infierno para el hombre exterior.
  59. San Lorenzo dijo que los tesoros de la Iglesia eran los pobres de la Iglesia, pero habló según el uso de la palabra en su tiempo.
  60. Sin temeridad decimos que las llaves de la Iglesia, dadas por el mérito de Cristo, son ese tesoro;
  61. Porque está claro que para la remisión de las penas y de los casos reservados, el poder del papa es por sí mismo suficiente.
  62. El verdadero tesoro de la Iglesia es el Santísimo Evangelio de la gloria y de la gracia de Dios.
  63. Pero este tesoro es naturalmente el más odioso, porque hace que el primero sea el último.
  64. Por otra parte, el tesoro de las indulgencias es naturalmente más aceptable, porque hace que los últimos sean los primeros.
  65. Por lo tanto, los tesoros del Evangelio son redes con las que antes solían pescar hombres de riquezas.
  66. Los tesoros de las indulgencias son redes con las que ahora pescan las riquezas de los hombres.
  67. Las indulgencias que los predicadores claman como las “más grandes gracias” son verdaderamente tales, en cuanto promueven la ganancia.
  68. Sin embargo, son en verdad las gracias más pequeñas comparadas con la gracia de Dios y la piedad de la Cruz.
  69. Los obispos y curas están obligados a admitir los comisarios de las indulgencias apostólicas, con toda reverencia.
  70. Pero aún más están obligados a vigilar con todos sus ojos y atender con todos sus oídos, para que estos hombres no predicen sus propios ensueños en lugar de la comisión del papa.
  71. ¡El que habla en contra de la verdad de las indulgencias apostólicas, sea anatema y maldito!
  72. ¡Pero el que se guarda contra la lujuria y la licencia de los predicadores de indulgencia, que sea bendecido!
  73. El papa tiembla justamente contra aquellos que, por cualquier arte, inventan el perjuicio del tráfico de indultos.
  74. Pero mucho más pretende condenar a aquellos que usan el pretexto de las indulgencias para intrigar en perjuicio del amor y la verdad.
  75. Pensar que las indulgencias papales son tan grandes que pueden absolver a un hombre aunque haya cometido un pecado imposible como haber violado a la madre de Dios, esto es locura.
  76. Nosotros decimos, por el contrario, que las indulgencias papales no son capaces de borrar lo menor de los pecados veniales, en lo que se refiere a su culpabilidad.
  77. Se dice que incluso San Pedro, si ahora fuera papa, no podría otorgar mayores gracias; Esto es una blasfemia contra San Pedro y contra el papa.
  78. Nosotros decimos, por el contrario, que incluso el actual papa, y cualquier otro, tiene mayores gracias a su disposición. A saber, el Evangelio, las virtudes espirituales, los dones de curación, etc., como está escrito en I. Corintios XII.
  79. Es blasfemia decir que la cruz, adornada con las armas papales y erguida por los predicadores de indulgencias, es de igual valor que la Cruz de Cristo.
  80. Los obispos, los curas y los teólogos que permiten que tal conversación se extienda entre el pueblo, tendrán una cuenta que rendir.
  81. Esta predicación desenfrenada de indulgencias no hace fácil, ni siquiera para los hombres eruditos, salvar el respeto debido al papa de la calumnia, ni siquiera de los cuestionamientos astutos de los laicos.
  82. A saber: ¿Por qué el papa no vacía el purgatorio a causa de la santísima caridad y la muy apremiante necesidad de las almas, lo cual sería la más justa de todas las razones si él redime un número infinito de almas a causa del muy miserable dinero para la construcción de la basílica, lo cual es un motivo completamente insignificante?
  83. Otra vez: ¿Por qué continúan las misas mortuorias y de aniversario por los muertos, y por qué no devuelve ni permite la retirada de las dotaciones fundadas en su favor, ya que es malo rezar por los redimidos?
  84. Del mismo modo: ¿Qué es esta nueva piedad de Dios y del papa, según la cual conceden al impío y enemigo de Dios, por medio del dinero, redimir un alma pía y amiga de Dios, y por qué no la redimen más bien, a causa de la necesidad, por gratuita caridad hacia esa misma alma pía y amada?
  85. Asimismo: ¿Por qué los cánones penitenciales que de hecho y por el desuso desde hace tiempo están abrogados y muertos como tales, se satisfacen no obstante hasta hoy por la concesión de indulgencias, como si estuviesen en plena vigencia?
  86. Una vez más: ¿Por qué el papa, cuya fortuna es hoy más abundante que la de los más opulentos ricos, no construye tan sólo una basílica de San Pedro de su propio dinero, en lugar de hacerlo con el de los pobres creyentes?
  87. Y otra vez: ¿Qué es lo que remite el papa y qué participación concede a los que por una perfecta contrición tienen ya derecho a una remisión y participación plenarias?
  88. Del mismo modo: ¿Que bien mayor podría hacerse a la iglesia si el papa, como lo hace ahora una vez, concediese estas remisiones y participaciones cien veces por día a cualquiera de los creyentes?
  89. Dado que el papa, por medio de sus indulgencias, busca más la salvación de las almas que el dinero, ¿por qué suspende las cartas e indulgencias ya anteriormente concedidas, si son igualmente eficaces?
  90. Reprimir estos sagaces argumentos de los laicos sólo por la fuerza, sin desvirtuarlos con razones, significa exponer a la iglesia y al papa a la burla de sus enemigos y contribuir a la desdicha de los cristianos.
  91. Por tanto, si las indulgencias se predicasen según el espíritu y la intención del papa, todas esas objeciones se resolverían con facilidad o más bien no existirían.
  92. Que se vayan, pues todos aquellos profetas que dicen al pueblo de Cristo: “Paz, paz”; y no hay paz.
  93. Que prosperen todos aquellos profetas que dicen al pueblo: “Cruz, cruz” y no hay cruz.
  94. Es menester exhortar a los cristianos que se esfuercen por seguir a Cristo, su cabeza, a través de penas, muertes e infierno.
  95. Y a confiar en que entrarán al cielo a través de muchas tribulaciones, antes que por la ilusoria seguridad de paz.
Wittenberg, 31 de octubre de 1517.

Otros movimientos religiosos se originaron en la época, Zuinglio, seguidor de Lutero, en Suiza, el calvinismo, en Francia, que definió el papel de la gracia y la predestinación, rechazó la noción del sacramento y afirmó la necesidad de una Iglesia celadora del dogma y de una autoridad civil. En Inglaterra, surgió al anglicanismo, una doctrina hostil al luteranismo, emprendida por Enrique VIII al no obtener dispensa papal para su matrimonio con Catalina de Aragón. Entonces, bajo la batuta de Cronwell, consejero del rey, el 11 de febrero de 1533, hizo votar en el Parlamento la subordinación de la Iglesia a la Corona. Y más tarde, el Papa otra vez negó licencia al divorcio con Catalina y a su nuevo matrimonio con Ana Bolena. En 1534, el rey confirmó el cisma anglicano.

Este es un sucinto enfoque de los movimientos religiosos provocados por los comportamientos de la Iglesia de Roma, que originó la Reforma.

El calvinismo

Juan Calvino, de Noyon era un eclesiástico tibio a quien las nuevas ideas religiosas inflamaron bruscamente. Jean Cauvin, que cambió más tarde su apellido convirtiéndolo en Calvin (en español, Calvino), pertenecía a una católica y culta familia francesa de Noyon, donde él había nacido el 10 de junio de 1509. Autor de una obra escrita de cuarenta mil páginas, a la que se añade una colosal correspondencia, infatigable, invulnerable, de una lucidez fulgurante en todo momento, dando hasta doscientas ochenta conferencias por año, Calvino se convirtió de hecho en dictador de la ciudad de Ginebra, que pudo ser considerada la Roma protestante.
Juan Calvino

Siguiendo el ejemplo de Erasmo, él también se refugió en Basilea para publicar allí libremente sus obras, algo que era imposible en otro sitio de Europa. En 1536 publicó La institución cristiana, editada primero en latín y posteriormente en francés. Poco tiempo después es invitado por Ginebra, ciudad que había pertenecido anteriormente a Saboya y que buscaba la manera de defender su independencia contra sus duques y contra los reyes de Francia, que eran católicos. Calvino reformó por completo la ciudad por medio de sus ordenanzas eclesiásticas; creó una Universidad que debía convertirse en el centro de una especie de internacional evangélica, orientada hacia Francia. Hombre de partido, eliminó a sus adversarios, hasta con la hoguera cuando fue necesario; rígido moralista, gobernó las costumbres valiéndose de la prisión para conseguirlo.

Autor de una obra escrita de cuarenta mil páginas, a la que se añade una colosal correspondencia, infatigable, invulnerable, de una lucidez fulgurante en todo momento, dando hasta doscientas ochenta conferencias por año, Calvino se convirtió de hecho en dictador de la ciudad de Ginebra, que pudo ser considerada la Roma protestante.

Materialmente galvanizados, los ginebrinos se lanzaron a todos los caminos de Europa,. Los calvinistas destruyeron las estatuas y las pinturas de las iglesias porque, para ellos, eran manifiestas prueba de idolatría. La agitación provocada por Calvino estaba en sus comienzos. El calvinismo, en realidad, constituía tanto una forma política como una forma mística, muy diversa de la de Lutero, quien defendía el acuerdo con los príncipes, si es que no defendía la sumisión completa a ellos.

Calvino - aunque en Ginebra ahogara materialmente la democracia - proclamó el derecho de oposición de los individuos. La idea ya había sido estimada por algunos pensadores de la Edad Media y ella llevó al espíritu de los ciudadanos el concepto moderno de la democracia.

El anglicanismo

En Inglaterra, surgió al anglicanismo, una doctrina hostil al luteranismo, emprendida por Enrique VIII al no obtener dispensa papal para su matrimonio con Catalina de Aragón. Entonces, bajo la batuta de Cronwell, consejero del rey, el 11 de febrero de 1533, hizo votar en el Parlamento la subordinación de la Iglesia a la Corona. Y más tarde, el Papa otra vez negó licencia al divorcio con Catalina y a su nuevo matrimonio con Ana Bolena. En 1534, Enrique VIII sancionó el Acta de Supremacía, por la cual se autoproclamó máxima autoridad de la Iglesia de Inglaterra. De esta manera, provocó la ruptura con la Iglesia católica, tras la cual se divorció y contrajo matrimonio con Ana Bolena.

Durante el reinado de Enrique VIII, Cromwell y Cranmer establecieron las primeras estructuras doctrinales y litúrgicas del anglicanismo y en 1539 promovieron la disolución de las abadías y monasterios católicos, confiscando todos sus bienes.

Las principales características del anglicanismo son las siguientes:

  • El anglicanismo se considera una especie de punto medio entre los protestantes y los católicos, aceptando los principios básicos de los protestantes pero manteniendo un sistema más parecido al de los católicos. Esto se debe a que su creación estuvo tanto entre la reforma protestante como en la Contrarreforma y su visión fue neutral en ello.
  • El único texto válido para esta religión es lo que contiene la Biblia, siendo común que en los actos religiosos se lea la Biblia en lugar de realizar la típica misa católica. Se considera que todos los valores de la religión nacen con la Biblia, por lo que ningún otro texto es valido.
  • Los únicos sacramentos válidos son el bautismo y la eucaristía, aunque en ocasiones se usan otros sacramentos por su importancia histórica. Esto ha creado una gran controversia a lo largo de las Iglesia, ya que muchas figuras anglicanas han defendido la figura de los sacramentos, mientras otras los niegan.
  • No se rinde culto a la figura de la Virgen ni a la de ningún otro santo, ya que considera que toda persona bautizada es santa.
  • Las personas religiosas se pueden casar, al contrario de lo que pasa en religiones como la católica en la que deben permanecer sin casarse.
  • Los anglicanos han acercado posturas con la homosexualidad, siendo mucho más abiertos con este colectivo que otras religiones de semejante corriente.
  • La mujer tiene mayor relevancia que en otras religiones, siendo posible la ordenación de mujeres, algo impensable en otras religiones.
  • Se considera que la salvación se debe lograr mediante la fe, aunque algunas figuras defienden que los actos y los sacramentos pueden ayudar.
Enrique VIII


La Contrarreforma católica

La Contrarreforma fue un proceso de renovación espiritual que se produjo dentro de la Iglesia católica, a partir de la década de 1540. También se la conoce como Reforma católica. Con el objetivo de discutir las medidas a tomar frente a la crisis de la Iglesia, el papa Paulo III convocó al Concilio de Trento, que sesionó desde 1545 hasta 1563 en la ciudad de Trento, en el norte de Italia.

Las consecuencias de la Contrarreforma fueron las siguientes:
  • Tomó relevancia la Inquisición, una institución medieval que perseguía y castigaba a las personas que se desviaban del dogma católico.
  • Se fortalecieron las órdenes religiosas orientadas a la evangelización, como la Compañía de Jesús, fundada en 1534 por San Ignacio de Loyola, o la Congregación “de Propaganda Fide” para la reunificación de los cristianos y la difusión de la fe fundada por Gregorio XV en 1622. 
  • Se impusieron normas estrictas a la producción artística dentro de la esfera religiosa, con el objetivo de que las imágenes no se desviaran del dogma.
  • Se estableció que los representantes de la Iglesia serían los únicos autorizados para interpretar las Sagradas Escrituras.
  • Se fijaron dogmas cuestionados por el protestantismo, como la presencia de Jesucristo en la Eucaristía, la concepción virginal de María, la validez de los 7 sacramentos, entre otros.
  • La actitud intransigente de la Iglesia católica frente al protestantismo, sumada a los intereses políticos de las monarquías reinantes, provocó una serie de conflictos que derivaron en las guerras de religión a lo largo del siglo XVII.
La aparición del arte barroco sirvió a este propósito: Las iglesias y catedrales barrocas presentaban espacios amplios y abiertos, ventanas iluminadas y cúpulas profusamente pintadas, con el altar como centro de atención, pero que invitaban al feligrés a entrar en un espacio sagrado, que animaba a mirar hacia arriba y alrededor de las distintas obras de arte, incluido el propio edificio  para impresionar sobre la grandeza de Dios y el lugar del individuo en su mundo, sirviendo como una encarnación de las advertencias bíblicas "La tierra es del Señor y su plenitud" (Salmo 24:1) y "Dios está en el cielo y tú en la tierra; por tanto, que tus palabras sean pocas" (Eclesiastés 5:2). 


La compañía de Jesús

La Compañía de Jesús tuvo un papel decisivo durante la Contrarreforma, la reacción de la Iglesia a la reforma del protestante Lutero, y relevante fue su papel en el transcurso del Concilio de Trento, entre 1545 y 1563, en el que destacó la participación de los teólogos jesuitas Salmerón y Laínez.

La Compañía de Jesús nació entre 1538 y 1541 gracias a la iniciativa de Ignacio López de Loyola. La institucionalización de la nueva orden no se produjo hasta dos años después, cuando Paulo III la aprobó por medio de la bula Regimini militantes ecclesias. Sus constituciones la dotaron de un grado de modernidad que la diferenciaba claramente del resto de las órdenes de la época. Desde un primer momento destacó por su carácter plenamente renacentista. La Compañía se caracterizó especialmente por su obediencia absoluta al Papa. Asimismo, adaptó el sentido monástico a la necesidad de movilidad del apostolado en un mundo en constante cambio.

San Ignacio de Loyola, obra de Rubens

La Iglesia y el clero en el siglo XVII

Era llamado el primer orden del Estado, es decir, la clase más alta. En las ceremonias, los obispos figuraban antes que los señores más grandes del reino. Los obispados, los cabildos, los conventos de frailes o de religiosas poseían muy extensos dominios, cuyas rentas percibían, y tenían derecho a imponer el diezmo de todas las cosechas. Estaban exentos de todos los tributos pagados por los demás súbditos; no pagaban al rey más que uno llamado donativo gratuito. A partir del concordato de 1516, el rey nombraba todos los obispos y casi todos los abades. El papa no tenía otro derecho que instituir a los que el rey le designaba. Todos los viernes, Luis XIV tenía consejo con su confesor para hacer la lista de los nombramientos, que se llamaba la hoja de los beneficios. Nombraba por lo común a gentes que recomendaban los personajes de la Corte.

Muchos eran sacerdotes procedentes de la clase media. Pero casi todos los obispados y las abadías que tenían buenas rentas se daban a nobles o a parientes de los ministros, y algunos lograban más de una. El Gran limosnero, que no cobraba más que 24.000 libras anuales como obispo de Orleáns, tenía cerca de 1.00.000 como abad de varias abadías. El 0bispo de Estrasburgo, al mismo tiempo abad de Saint-Germain-des-Prés, cobraba más de 700.000 libras, y no se juzgaba bastante rico, decía "que se moría de hambre".

Las abadías no se daban a frailes. El rey las ponía en encomienda, las daba a personas extrañas al convento y que muchas veces ni siquiera eran sacerdotes, a magistrados, a rortesanofi, a niños aún. Algunos vivían en la Corte, vestidos casi como seglares, con sotana corta que llegaba a las rodillas y manto de esclavina corta, y usaban barba y peluca. Se les llamaba "abades de Corte".

Los curas, por el contrario, no contaban con ingresos regulares. Cada iglesia pertenecía a un patrono, que era un obispo, un abad o un señor heredero del que en otro tiempo la había fundado. El patrono tenía el derecho de nombrar al cura titular, que percibía la mayor parte de las rentas. Por lo común, este titular no servía directamente la iglesia, tenía un suplente. El cura encargado del servicio vivía pobremente de una pequeña parte de las rentas, llamada congrua, y del pie de altar (se daba este nombre al dinero que daban los feligreses por los casamientos, bautismos y entierros).

Los frailes y las monjas se habían hecho más numerosos. En el siglo XVII se habían fundado varias nuevas grandes Congregaciones. Las más importantes de varones eran: los Oratorianos, formadas por sacerdotes dedicados a estudios; los Lazaristas, fundados por San Vicente de Paúl para ir a las misiones al extranjero; los Trapenses, que trabajaban en el campo; los Hermanos de las escuelas cristianas, fundados para regentar las escuelas primarias.

Las principales órdenes femeninas eran; las Carmelitas, fundadas en 1603, que vivían recluidas en conventos; las Ursulinas, creadas en 1608; las Visitandinas, fundadas en 1619 por San Francisco de Sales, y cuyos conventos fueron muy pronto internados de señoritas; las Hermanas de la Caridad, que instituyó en 1633 San Vicente de Paúl para cuidar a los enfermos (más tarde fueron llamadas "hermanas de San Vicente de Paúl").

Los eclesiásticos eran todavía agentes de la autoridad, unos llevaban los registros en que se inscribían los bautismos, los matrimonios, los fallecimientos, lo que llamamos hoy "registro civil".

No era posible casarse más que en la iglesia, y era necesario un permiso del clero para poder enterrar en el cementerio. Cuando el Gobierno quería hacer pública una orden o una prohibición, la enviaba a los curas, que el domingo la leían en la plática.

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